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El Kochtópodo contra Murray N. Rothbard - Centro Mises (Mises Hispano) Centro Mises (Mises Hispano)

El Kochtópodo contra Murray N. Rothbard

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I.

El “kochtópodo” es un nombre denigratorio acuñado por el último Samuel Edward Konkin III, un anarcolibertario, para el grupo de organizaciones libertarias fundadas por el millonario Charles Koch. (Konkin, un gran lexicógrafo, también es responsable del término “minarquismo” para la visión libertaria que acepta un estado mínimo). Murray Rothbard usaba a menudo este término para referirse a organizaciones dentro del ámbito de Koch, siendo el Instituto Cato la principal de entre ellas. Hay que decir que, como mínimo, el entusiasmo de Rothbard por el Cato no era ilimitado y los empleados del kochtópodo a menudo tratan a Rothbard con hostilidad y desdén. Además, el kochtópodo ha mostrado una hostilidad incesante hacia la organización con la que se asoció Rothbard desde 1982 hasta su muerte en 1995, el Instituto Ludwig von Mises.

Alguien que conozca solo estos hechos no sospecharía nunca que Rothbard fue el principal fundador del Cato y que la organización se creó para promover su variedad característica de libertarismo. A partir de este inicio, ¿cómo resultó que el Cato variara el rumbo y ahora tome a Rothbard como un enemigo?

Para entender lo que pasó, debemos empezar con Charles Koch. Él y sus hermanos heredaron un negocio petrolífero de su padre, Fred Koch, un baluarte de la Sociedad John Birch y activo mucho tiempo en causas de la derecha. Estos desarrollaron y extendieron enormemente el negocio familiar, hasta el punto de que Charles Koch y su hermano David se encuentran entre las personas más ricas de Estados Unidos. En la actual lista 400 de Fortune, los hermanos son 9º y 10º ambos con 17.000 millones de dólares; si se junta la fortuna neta de ambos hermanos, los Koch están solo por detrás de Bill Gates y Warren Buffett.

Charles, influido desde muy joven por las creencias procapitalistas de su padre, se interesó por el libertarismo. Asistió a la Escuela de la Libertad de Robert LeFevre y se familiarizó con la obra de Murray Rothbard. Conoció a Rothbard y le impresionaron tanto él como sus ideas que decidió dotar una organización para promover la teoría y las políticas libertarias.

En esta tarea, Rothard fue un colaborador importante. No es muy conocido, pero los accionistas, que tenían el poder de despedir al Consejo de Dirección, controlaban el Instituto Cato. Los accionistas originales eran Charles Koch, Rothbard, un empleado de Koch y Edward Crane, a quien contrató Koch para dirigir las operaciones cotidianas del Instituto. Koch, por su control de la mayoría de las acciones, tenía un control absoluto del grupo recién formado. Por supuesto, habría tenido una gran parte de influencia de todos modos, porque era con mucho el mayor donante, pero quería asegurarse un dominio completo.

Rothbard tuvo algunos recelos: ¿podría no ser inteligente apoyarse tanto en las buenas intenciones de un solo donante, por muy grandes que fueran sus favores? Aun así, entró en el nuevo grupo con entusiasmo. ¿Quién no estaría feliz si uno de los hombres más ricos del país adoptara tus puntos de vista y te ofreciera crear un instituto para promoverlos?

Hay que tener siempre en cuenta, repito, que el Instituto Cato era en su concepción claramente rothbardiano en su orientación. Descubrí por primera vez el Instituto Cato en un programa de verano realizado en Eugene, Oregón, en junio de 1979. La mayoría de los conferenciantes eran rothbardianos comprometidos. El plantel incluía, aparte del propio Rothbard, algunos de sus socios intelectuales más cercanos: Ralph Raico, Ronald Hamowy, Leonard Liggio y Walter Grinder. La conferencia estaba pensada para atraer especialmente a los historiadores, pero los participantes recibían nociones rigurosas de economía austriaca, que favorecía Rothbard. La conferencia tampoco se alejaba de las partes más polémicas del sistema intelectual de Rothbard. Rothbard, como casi todos los libertarios, apoyaba una política exterior no intervencionista. “La guerra es la salud del estado”, como señalaba proféticamente Randolph Bourne: los que se opongan a un estado poderoso deben por tanto rehuir los conflictos en el extranjero. Pero Rothbard tenía la valentía  de sus convicciones: al contrario que muchos otros, rechazaba hacer una excepción con la Segunda Guerra Mundial, “la guerra buena”. La conferencia incluía al conocido historiador James J. Martin, que presentó una fuerte defensa del revisionismo tanto de la Primera como de la Segunda Guerra Mundial. No fue algo aislado. El Instituto publicó un panfleto del decano de los historiadores revisionistas, Harry Elmer Barnes: Revisionism: A Key to Peace, en el que Barnes dejaba clara su oposición a la entrada estadounidense en ambas guerras mundiales.

Después de la conferencia, me ofrecieron un empleo en el Instituto y llegué a San Francisco en el otoño de 1979. Estaba ansioso por trabajar con un grupo centrado en Rothbard, cuya obra maestra, El hombre, la economía y el estado había leído cuando se publicó en 1962. Había mucho que admirar en las actividades del Cato de entonces. En particular, Ralph Raico, a cargo de la sección de reseñas de libros de la revista Inquiry, una revista de asuntos públicos que publicaba el Cato, había conseguido de alguna forma que contribuyeran en ella intelectuales de renombre mundial, incluyendo a Noam Chomsky, Peter Strawson, Maurice Cranston y Donald Davie.

Pero ya estaban apareciendo problemas. Varios de los ejecutivos no se soportaban. Crane apenas hablaba durante largos periodos con el vicepresidente, David Theroux. Más importante para nuestros fines, Crane y el director de Inquiry, Bill Evers, no se entendían. Evers y Crane diferían sobre estrategia política libertaria. Además, Crane, principalmente interesado en organizar campañas e incluir en las políticas públicas, consideraba los asuntos intelectuales como algo secundario y por tanto veía a Inquiry como poco más que una distracción. Reprendía a Evers por los problemas presupuestarios de Inquiry. Evers era entonces el socio político más cercano a Rothbard y este le apoyaba por encima de Crane en estas discusiones.

Posteriormente supe que la impaciencia de Crane con los intelectuales se extendía al propio Rothbard. Crane evidentemente creía que los libros eran como los automóviles, fabricados en cadena. Rothbard había recibido una asignación para escribir La ética de la libertad, pero Crane no estaba satisfecho con el progreso de Rothbard. Rothbard es un escritor increíblemente rápido, pero, como no entendía Crane, lleva tiempo incluso para alguien con la velocidad de Rothbard leer y pensar acerca del material relevante. Reclamaba resultados. En una ocasión, me dijo una fuente fiable, Rothbard tuvo que buscar refugio en un armario para escapar de su bombardeo verbal. Después de la ruptura, Crane proclamaba que Rothbard había recibido una asignación de 80.000$ para un libro sobre los progresistas pero no había producido nada. Estoy seguro de que si no es hubiera producido la ruptura entre Rothbard y el Cato, Crane de nuevo se habría mostrado no razonable e impaciente. ¿No mereció la espera La ética de la libertad?

Me he adelantado en la historia, refiriéndome a la ruptura que aún no he explicado. Pero debo mencionar un asunto más del trasfondo para entender las cosas. Charles Koch había montado un gran escándalo acerca de la “gestión basada en el mercado”. La clave del éxito empresarial, en su opinión, reside en la confianza en la iniciativa desde abajo en lugar de un control rígido desde arriba. Pero en el Cato todas las decisiones importantes se tomaban consultando solo con Koch: Crane estaba constantemente al teléfono con él en Wichita.

Tres asuntos principales llevaron a la ruptura irreparable. Primero, como ya he mencionado, la economía austriaca era algo esencial para el sistema de Rothbard. No aceptaba a todos los economistas que favorecieran más o menos un mercado libre: muy al contrario, quería diferenciar claramente el economía austriaca de la Escuela de Chicago. Este no es el lugar para explicar las diferencias teóricas entre las dos aproximaciones, pero un asunto en disputa asumió luego gran importancia. La economía austriaca es en sí misma una ciencia libre de valores, pero economistas austriacos, como Rothbard, completamente comprometidos con una sociedad libre, se basaban en la teoría monetaria austriaca para reclamar una vuelta al patrón oro y la abolición del Sistema de la Reserva Federal. La Escuela de Chicago está completamente en contra. El mayor representante de la economía de Chicago, Milton Friedman, pensaba que la autoridad monetaria debería seguir una norma fija de expansión moderada y sostenía una teoría diametralmente opuesta de causas de la Gran Depresión de 1929 con respecto a Rothbard.

Así que a Rothbard no le agradó que el Cato contratara a David Henderson, que se inclinaba hacia la Escuela de Chicago, como economista. Rothbard no tenía ninguna animadversión personal hacia Henderson. Muy al contrario, le gustaba y Henderson había producido trabajos excelentes. (Estoy seguro de que a Rothbard le habrían gustado sus penetrantes artículos críticos con la guerra de Iraq). Pero contratar a un no austriaco no iba precisamente a mantener la misión original del Cato.

Rothbard, como era habitual, vio algo antes que nadie. En los años posteriores a la ruptura de Rothbard con el Cato, el instituto ya no apoyó la abolición de la Fed. Muy al contrario, el instituto ahora trata de atraer a altos cargos de esa organización para participar en sus seminarios y conferencias. El objetivo ahora es influir en la política en Washington. Los legisladores que pretenden restaurar el patrón oro, sobre todo Ron Paul, son eludidos y difamados.

Si preguntamos cómo fue que Henderson fue contratado, llegamos inmediatamente al segundo incidente principal que llevó a la división. Roy Childs, el director de Libertarian Review, y Henderson eran amigos y Henderson consiguió su puesto en buena medida a debido a la recomendación de Childs.

Childs era un teórico y escritor con talento, en buena parte autodidacta. Él y Rothbard fueron íntimos durante un tiempo, pero no se llevaba bien con Evers. Childs era dado a entusiasmos repentinos de los cuales no se le podía disuadir. Uno de ellos se refería a la energía nuclear. Childs y algunos de sus seguidores, como Milton Mueller, el líder de Students for a Libertarian Society (otro grupo dentro del kochtópodo) cayeron bajo la influencia de John Gofman, un físico médico de Berkeley asociado con el Laboratorio Lawrence Livermore. Gofman había apoyado en su tiempo la energía nuclear, pero cambió de rumbo y se convirtió en su principal oponente. En su opinión, las plantas nucleares emitían niveles de radiación inaceptablemente peligrosos para la salud. Childs mantenía, confiando en los datos de Gofman, que emitir radicación nuclear violaba el principio libertario de no agresión y tenía que prohibirse por la fuerza. Un número de Libertarian Review mostraba a Gofman en la portada y contenía una larga entrevista con él.

Rothbard rechazaba esta postura. La aplicación estricta de la aproximación de Childs a la agresión, mantenía, obstaculizaría la producción económica. Todas nuestras acciones físicas emiten partículas de un tipo u otro. ¿Tiene alguien que protesta por tener una partícula subatómica impactando en su cuerpo el derecho a prohibir la actividad que la genera? Esa consecuencia es absurda, pero, como señalaba a menudo Rothbard, para muchos libertarios esto no es un problema. Si se adopta la visión menos radical de que solo podría prohibirse la radiación peligrosa, la respuesta de Rothbard era que Gofman no había hecho una buena defensa de sus afirmaciones alarmistas.

Rothbard no ocultaba su desaprobación de la postura antinuclear y hacerlo le distanció de Childs. Bill Evers hizo circular una carta crítica con las ideas de Gofman, que firmaron aproximadamente una docena de personas, Rothbard incluido. La carta enfureció a Crane. No creo que tuviera opiniones sólidas sobre el tema nuclear. Más bien, como era habitual en él, veía el asunto como una lucha de poder, en este caso entre Evers y Childs. Le preocupaba que la carta hubiera atraído a la atención pública que existía una disensión en una solo línea de partido entre los grupos libertarios patrocinados por Koch. Pensaba que la disputa debería haberse mantenido en privado. Crane, antes de contratarme, me llamó a capítulo por haber firmado la carta. Yo tenía la fuerte sensación de que no retiraría la oferta de empleo simplemente porque pensaba que no había entendido las intenciones de Evers al redactar la carta.

Childs, dolido por la oposición de Rothbard, se volvió enormemente crítico con él. Con llamadas telefónicas y cartas, incitó un sentimiento anti-Rothbard entre su círculo inmensamente amplio de amigos y conocidos libertarios.

La tensión podría haberse acabado conteniendo si no hubiese intervenido nadie más, pero la campaña libertaria de 1980 para la presidencia de Ed Clark acabó con toda esperanza de reconciliación. Tanto Koch como Crane esperaban transformar el Partido Libertario de un grupo marginal a una presencia real en la escena nacional. Para este fin, Koch estaba dispuesto a gastar enormes sumas de dinero. Su hermano, David Koch, fue nominado candidato a la vicepresidencia para eludir los límites que imponía la ley a las contribuciones a campañas por parte de un solo donante. David Koch, y Charles detrás de él, no estaba sometido a estos límites legales. David podía gastar todo lo que quisiera en su propia campaña.

Para conseguir un amplio apoyo popular para un candidato libertario, Crane creía que tenía que ocultar aspectos del programa libertario que muchos votantes considerarían extremistas. Bajo su guía, Clark hizo una campaña por la reducción del gasto social público, en lugar de su completa eliminación. Rothbard veía las cosas de otra manera. Para él, el libertarismo es un sistema coherente de ideas que un cantidato libertario tendría que aceptar completamente. Tenía su propio grupo político, el Caucus Radical, en el que Evers y Justin Raimondo eran sus principales lumbreras. Como sugiere su nombre, el Caucus Radical favorecía una aproximación mucho más combativa de la política que la de Crane. Para Rothbard, la última gota fue la identificación de Clark de sí mismo como un “liberal de bajos impuestos”. Rothbard en su publicación que imprimía privadamente, Libertarian Forum, atacó esto como una traición del principio libertario: Clark, después de todo, estaba haciendo campaña como un libertario explícito. Rothbard no hubiera objetado una política conscientemente “moderada” de reformas de impuestos y estado del bienestar si estas hubieran sido parte de un programa del Partido de la Constitución. Pero el candidato del Partido Libertario, pensaba, debía adoptar el libertarismo de una forma inflexible.

Las diferencias de Rothbard con Crane y Koch fueron más allá de esta campaña política. Aquel pensaba que la misión principal del Cato debería ser la intelectual en lugar de las campañas políticas y los intentos de conseguir audiencias con los altos y poderosos de Washington. Sus antagonistas estaban rotundamente en desacuerdo.

Crane y Koch no podían tolerar lo que consideraban una abierta deslealtad. Aunque Rothbard fuera el principal teórico del libertarismo y el Instituto Cato se hubiera creado para promover sus opiniones, esperaban que obedeciera las órdenes que recibía desde arriba. Nadie en absoluto que conociera a Rothbard habría esperado razonablemente que fuera así. Era siempre dueño de sí mismo y habría estado de acuerdo con Dante: “Sigue tu propio camino y deja que la gente diga lo que quiera”.

Rothbard fue despedido de su puesto en el Cato y ya no fue invitado a dar conferencias veraniegas en el Instituto de Estudios Humanos, otra organización patrocinada por Koch. Rothbard no se fue en silencio. Hay que recordar que era accionista en el Instituto Cato y pretendió dejar clara su oposición a la política de entonces en las reuniones de accionistas. Además, sus críticas públicas atraerían la atención sobre un hecho que Koch prefería mantener oculto, que era que los accionistas, sobre todo el propio Koch, y no en Consejo de Dirección, tenían el control definitivo.

Koch y Crane estaban decididos a impedir que Rothbard lo hicera. Koch rechazó devolver las acciones de Rothbard, que supuestamente le guardaba en su caja fuerte. Cuando Rothbard apareció en las oficinas del Cato para una reunión de accionistas, Crane le informó de que sus acciones se habían anulado. Aunque la legalidad de esto era claramente cuestionable, Rothbard decidió no seguir con el caso. Las demandas contra multimillonarios a menudo tienen finales tristes.

Después de que Rothbard abandonara el Cato, unió fuerzas con el Instituto Mises, creado en 1982 por Lew Rockwell. El nuevo grupo era un reproche permanente a Koch y Crane, ya que su coherente defensa, estímulo y desarrollo de un programa rothbardiano eran exactamente el programa que había traicionado el Instituto Cato. Las fuerzas de Koch se esforzaron en estrangular el nuevo grupo en su cuna. Rockwell recibió una llamada telefónica de George Pearson, el lugarteniente de Koch en Wichita a cargo de los programas libertarios. Gritó a Rockwell que no debía en modo alguno fundar un grupo con el nombre de Ludwig von Mises. Pearson le informó de que Mises era un personaje extremista y polarizador que debería minimizarse. Cuando Rockwell procedió de todas formas como estaba planeado, Koch y sus secuaces buscaron desanimar activamente las aportaciones al nuevo grupo. (Por cierto, Pearson, a pesar de años de fiel servicio a Koch, acabó siendo despedido sin previo aviso. Se había enemistado con Richard Fink, que se volvió contra su antiguo mentor, después de suplantarle en la jerarquía de Koch).

Por desgracia, los intentos del kochtópodo contra el Instituto Mises han continuado hasta el presente. La actual campaña a la presidencia de Ron Paul ha logrado para las ideas libertarias una audiencia pública más grande que nunca. Pero debido a la larga asociación de Paul con Rothbard y Rockwell, su campaña tuvo poco atractivo para el Cato. Altos cargos del Cato cooperaron con las calumnias maliciosas contra él de James Kirchick en The New Republic. (Después de perder su campaña al Senado contra Phil Gramm, Paul fue contratado por Koch como presidente de Citizens for a Sound Economy, pero no renovó su contrato. Como Rothbard, Ron Paul es un hombre de principios y no comprometería su defensa del patrón oro y su oposición al Sistema de la Reserva Federal. Charles Koch no quería esto: esas medidas difícilmente le hubieran ayudado a ganar influencia en el Partido Republicano, al que, si no me equivoco, su hermano y él son los mayores contribuidores privados. Además, Paul no tendría parte alguna en los intentos de Koch de hacer que el CSE, bajo una retórica de libre mercado, cabildeara para promover legislación beneficiosa para sus intereses empresariales). No debería ser ninguna sorpresa que Matt Welch, el nuevo director de Reason, haya publicado un artículo brutalmente negativo contra Rockwell y Paul. Koch es un gran financiador de la revista y, como aprendió Murray Rothbard para su pesar, espera que esos fondos obedezcan sus dictados.

II.

Después de que Murray Rothbard y el Instituto Cato abandonaran su mutua compañía en la forma descrita en la parte I, se planteó un tema fundamental. ¿Continuarían el Cato y las demás organizaciones del kochtópodo promoviendo las mismas ideas como habían hecho previamente? Externamente, no había habido ninguna división ideológica. Rothbard había protestado por la contratación de un economista no austriaco en el Cato, David Henderson, pero dejó el Cato poco después (Creo recordar que celebró una fiesta para celebrar su propia salida). Rothbard también protestó contra la postura antinuclear de Roy Childs y algunos de sus socios en  Libertarian Review, pero, después de que se fuera Rothbard, se supo poco de esta extraña opinión. ¿Era por tanto la separación entre el Cato y Rothbard reducible a una pelea entre Ed Crane y Rothbard sobre la mejor estrategia política para el Partido Libertario?

Rothbard no pensaba así. El Cato se había fundado para promover las ideas rothbardianas. De hecho, el apoyo de Charles Koch a Rothbard era muy anterior a la fundación del Cato en 1977. Koch había dado dinero al Centro Rothbard de Estudios Libertarios. ¿Podrían las ideas permanecer iguales cuando Rothbard se había ido? Predijo que el kochtópodo, sin su guía, se alejaría de su programa original. Bromeaba con el “Pablismo sin Pablo”, refiriéndose a un grupo trotskista, una vez encabezado por Michel Pablo (pseudónimo del revolucionario griego  Michalis Raptis), que había dejado de lado a su fundador. El tiempo pronto demostraría que tenía razón.

Rothbard consideraba de primordial importancia avanzar en la economía austriaca, de la cual era por supuesto un exponente principal. Aquí, en todo caso, el kochtópodo parecía estar de acuerdo con él. Walter Grinder, trabajando para el Instituto de Estudios Humanos, dominado por los Koch, prometió un “rothbardismo educado”. En su opinión, Rothbard había sido demasiado agrio: mediante una política de uaviter in modo, las políticas austriacas podrían conseguir un mejor acceso a la corriente dominante. Pero no se desviaría en absoluto de la ortodoxia rothbardiana en sus propias opiniones económicas. En la conferencia del Cato en Eugene, Oregón, de  junio de 1979, mencionada en la parte I, dio excelentes discursos sobre la teoría austriaca del ciclo económico.

La nueva política adoptaba una idea del famoso ensayo de Friedrich Hayek, “Los intelectuales y el socialismo”, aunque dudo que Hayek hubiera apoyado la aplicación de sus ideas del IEH. Hayek destacaba que los nuevos movimientos sociales ganaban primero adhesiones entre los teóricos de alto nivel. La mayoría de los intelectuales, los “tratantes de ideas de segunda mano” luego popularizan y simplifican lo que han aprendido de estos pensadores, pasando el producto al público general. Grinder y otros en puestos de liderazgo en el IEH concluían que debían concentrarse en universidades de élite como Harvard, Yale y Princeton en Estados Unidos y Oxford y Cambridge en Inglaterra. Si pudieran reclutarse alumnos de estas universidades o, si ya fueran simpatizantes, fueran admitidos en sus programas, el éxito estaría al alcance de la mano.

Grinder puso un énfasis particular en Tyler Cowen, un estudiante brillante que se había interesado por la economía austriaca desde sus días en el instituto. Cowen se apuntó en el programa de economía austriaca en Rutgers, donde impresionó tanto a Joe Salerno como a Richard Fink con su extraordinaria erudición. Cuando Fink se mudó a la Universidad George Mason, Cowen se mudó con él y completó su licenciatura allí en 1983. Grinder le consideraba el siguiente Hayek, la esperanza de la economía austriaca.

De acuerdo con la política de las universidades de élite, Cowen fue a Harvard para su doctorado. Allí cayó bajo la influencia de Thomas Schelling y renunció a su creencia en la economía austriaca.

Después de conseguir su doctorado en 1987, Cowen fue durante un tiempo profesor en la Universidad de California en Irvine y solía visitarme a veces en Los Ángeles. Me impresionaba su notable inteligencia y me gustaba hablar con él. Pero recuerdo lo sorprendido que me quedé un día cuando me dijo que no tenía un gran consideración por Ludwig von Mises. Aquí se ajustaba demasiado bien a otra política de Richard Fink y el liderazgo del kohctópodo. Consideraba a Mises un personaje polémico: su “extremismo” interferiría con la misión de crear en la economía dominante un interés por la Escuela Austria. Por tanto había que aupar a Hayek y rebajar a Mises. (Después del colapso de la Unión Soviética, que llevó a un nuevo interés por el argumento del cálculo socialista de Mises, esta política cambió. La corriente dominante, aunque por supuesto continuara rechazando a Mises, ahora le reconocía como un gran economista). La política era estratégica, pero Cowen iba más allá: realmente no tenía un gran consideración por Ludwig von Mises.

Cowen acabó volviendo a la Universidad George Mason como catedrático de economía. Se dice que es la persona que domina el departamento. Debido a su amistad íntima con Richard Fink, que dejó el trabajo académico para convertirse en alto ejecutivo de Koch Industries y en el principal repartidor de fondos de la Fundación Koch, Cowen ejerce una gran influencia en los ingresos de su departamento.

Aunque es muy favorable al mercado libre y cree que la Escuela Austriaca ha contribuido con ideas, Cowen sigue siendo un fuerte crítico de las visiones austriaca y rothbardiana. Ha publicado un libro que ataca duramente la teoría austriaca del ciclo económico, Risk and Business Cycles: New and Old Austrian Perspectives (Routledge, 1997) y en un artículo escrito con Fink, “Inconsistent Equilibrium Constructs: The Evenly Rotating Economy of Mises and Rothbard” (American Economic Review, Volumen 75, Número 4, Septiembre de 1985), argumentaba que una característica clave de la teoría económica de Mises y Rothbard, la economía de rotación constante, es fundamentalmente defectuosa. Era irónico que la esperanza de la economía austriaca, de acuerdo con Grinder y su principal estrella de su enfoque en las universidades de élite, escribiera un artículo para la revista económica más prestigiosa en Estados Unidos criticando la teoría que Grinder quería propagar. Cowen también ha criticado el anarquismo libertario, otra parte esencial del pensamiento de Rothbard. Ha defendido que el gobierno financie el programa espacial y las subvenciones públicas limitadas a las artes.

Se podría objetar a lo que he dicho hasta ahora. Aunque el fuerte apoyo de Koch a Cowen no avanzara la economía austriaca, ¿no se había establecido un floreciente programa austriaco en George Mason? Si fue así, ¿no desempeñaron un papel importante en esta feliz evolución las generosas becas de organizaciones de los Koch, como la Fundación Claude Lambe? También se daban becas a quienes estudiaran el programa austriaco en la NYU.

Es verdad que hay un programa austriaco en George Mason, pero Rothbard tenía razón. Sin su guía, el programa se desvió de sus ideas. Muchos de los simpatizantes austriacos en George Mason destacaban las ideas de Ludwig Lachmann, de una forma que provocaba los recelos de Rothbard. Estos incluían a Karen Vaughn, que se convirtió en presidenta del departamento, en parte debido a su amistad con ames Buchanan, un premio Nobel que había llevado son Centro de la Elección Pública a George Mason. A ella no le gustaba Rothbard. Pocos años antes de doctorarse, había acudido a la famosa Conferencia de South Royalton en 1974 sobre economía austriaca. Rothbard respondió a uno de sus comentarios de una forma que ella consideró despectiva y aparentemente nunca le perdonó. Creo que bloqueó la contratación de George Selgin, un excelente economista y un sólido austriaco.

Rothbard admiraba los primeros trabajos de Lachmann sobre teoría del capital, pero creía que su pensamiento posterior llevaba al extremo la válida idea austriaca de que el futuro era incierto. Lachmann usaba esta idea, respondía Rothbard para eliminar completamente la teoría económica. Llamaba a esta desviación “Lachmannía”.

Rothbard y los austriacos de la George Mason se enfrentaron en otro asunto. Don Lavoie, un maestro popular y una autoridad en el debate sobre el cálculo socialista se interesó por la hermenéutica, principalmente por la desarrollada por el filósofo alemán Hans-Georg Gadamer. Los detalles de esta opinión filosófica son singularmente difíciles de entender, pero, por suerte, no es necesario explicarlos para nuestro propósito. Baste con decir que Lavoie pensaba que la filosofía de Gadamer prestaría apoyo a la crítica austriaca de los procedimientos científicos de la economía neoclásica.

Rothbard estaba completamente en desacuerdo. Denunció la filosofía de Gadamer como antiteórica. No hay duda de que Gadamer se oponía al cientifismo, pero, afirmaba Rothbard, ponía en su lugar un historicismo relativista que subvertía la praxeología de Mises. (En esta batalla desempeñé un papel menor en el bando de Rothbard). Después de unos años, se aquietó el interés por la hermenéutica. Lavoie perdió el favor de Fink, según un relato, rechazó apoyar el nombramiento de alguien que Fink quería en el facultad y como consecuencia de la discordia que esto causó fue transferido a otro departamento, el Programa de Aprendizaje Social y Organizativo. Murió a la temprana edad de 50 años en 2001.

Grinder no apoyaba el interés por la hermenéutica mostrado por algunos de los austriacos más jóvenes de quienes había sido mentor. También generó el descontento de Fink y perdió su posición de influencia.

El actual programa austriaco en la George Mason, encabezado por Peter Boettke, presenta una combinación de teoría austriaca con otras aproximaciones, especialmente teoría de juegos, elección pública y economía institucional. Como Rothbard criticaba todos estos movimientos, es seguro que no habría aprobado completamente este programa.

Las actividades del IEH bajo Walter Grinder y sus sucesores no se han limitado en modo alguno a apoyar a los estudiantes de economía. Muy al contrario, se han creado becas y otros apoyos para varias otras disciplinas. De nuevo la política pseudohayekiana explicada antes ha tenido resultados distintos de mantener la promoción del liberalismo clásico, no digamos un programa rothbardiano estricto.

Stephen Macedo se ajusta perfectamente a esa política. Hizo trabajos de doctorado en Princeton, Oxford y la London School of Economics. Así que no es sorprendente que recibiera mucha financiación. Ahora es Catedrático Laurance S. Rockefeller de Política y Director del Centro de Valores Humanos en la Universidad de Princeton.

Se podría pensar a primera vista que la carrera de Macedo es un triunfo para la política de universidades de élite. Un estudiante que asista a algunas de estas universidades es ahora catedrático en una de ellas: ¿qué podría ser mejor? Por desgracia hay un pequeño truco. Macedo no apoya el liberalismo clásico. Muy al contrario, es su oba magna Liberal Virtues (Oxford University Press, 1990), defiende el adoctrinamiento obligatorio en valores políticamente correctos de una forma totalmente ajena al libertarismo. Valores que considera que son liberales, como la diversidad, deben conformar las vidas privadas de los ciudadanos, así como sus actividades públicas. El resultado principal de la financiación de los Koch que recibió fue un panfleto publicado en 1987 por el Cato, The New Right versus the Constitution, un ataque a la estructura estricta de la Constitución. John Gray, un catedrático de Oxford que posteriormente enseñó en la London School of Economics, fue otro de los favoritos del IEH que abandonó el liberalismo clásico. Gray ha hecho carrera moviéndose de una ideología a otra, a menudo en intervalos de seis meses. Sus opiniones actuales traen a la mente una frase del “decano sombrío”, William Ralph Inge: “un socialismo bastante empalagoso”.

Las rarezas del IEH no se limitan a su política de financiación. Roderick Long, un importante filósofo libertario que durante un tiempo trabajó en el IEH ha señalado que Charles Koch, que, muy apropiadamente, quería resultados para el dinero gastado, tenía una forma peculiar de medirlos. Después del adiós de Walter Grinder, Koch decidió destacar los estudios políticos por encima del trabajo académico. Aumento el tamaño de los seminarios de estudiantes y a estos se les dieron cuestionarios al inicio y fin de un programa semanal para determinar el grado de su progreso político. Las solicitudes para las becas del IEH entraban en una computadora para determinar cuántas veces aparecían los nombres “correctos”, como Mises, Hayek y Bastiat.

Por cierto, a pesar de su inmensa riqueza, Koch a menudo era poco generoso en sus subvenciones. En sus últimos años, la centenaria Margit von Mises gozaba de mala salud y se le sugirió que se trasladara a un asilo. Se solicitó a Koch una contribución y este respondió que pagaría la mitad del coste si el resto se conseguía mediante una colecta pública. Pagar todo el coste habría sido para él el equivalente a un centavo o dos de otra persona, pero evidentemente esto era pedirle demasiado. Mucho mejor, aparentemente, era convertir todo el asunto en un espectáculo público. En todo caso, la propuesta no produjo nada.

Volvamos al Instituto Cato, la parte principal del kochtópodo con el que estaba asociado Rothbard. La predicción de Rothbard de que el Cato se alejaría de sus opiniones se había cumplido esencialmente. Se le menciona en Curso de Estudio de Acogida de Cato, pero su pensamiento es poco más que una nota al margen. Cuando en la parte I afirmé que la gente del Cato a menudo se refiere a él con hostilidad y desdén, un antiguo empleado me escribió para corregirme. A Rothbard apenas se la menciona en absoluto, decía y creo que tiene muchísima razón. Solo he sido capaz de encontrar una evaluación fuertemente crítica de un personaje importante del Cato. Este escritor, entre otras cosas rechaza las obras de Rothbard sobre el dinero como las de un maniático. (Friedrich Hayek me dijo una vez cuánto admiraba la explicación del ciclo económico en America’s Great Depression, de Rothbard, un relato que se basa en su comprensión de la teoría monetaria y el premio Nobel Maurice Allais también ha alabado el libro. ¿Pero qué saben?) Para los demás, está ignorado.

La economía austriaca, en un tiempo el pilar del Cato, ahora está en el mejor de los casos en una posición minoritaria tolerada. La 24 Conferencia Monetaria Anual del Cato, realizada en 2006 sobre el tema “Política de la Reserva Federal ante las crisis” incluía solo a un conferenciante austriaco,  Larry White. Gente respetable del establishment, como Robert Barro y Anna Schwartz, entre muchos otros, dominaban los actos. Sin embargo, el discurso principal lo realizaba un receptor de financiación de Koch para estudiar economía austriaca, Randall Kroszner. Sin embargo, lejos de defender la economía austriaca, habló como miembro del Consejo de Gobernadores del Sistema de la Reserva Federal. Kroszner, que estudió en Brown  e hizo el posgrado en Harvard, ha sido otro “triunfo” de la política de las universidades de élite. Como Cowen, era un favorito de Grinder y el IEH y recibió profusa financiación, pero ya no manifiesta ningún interés por la economía austriaca.

La 25 Conferencia Anual incluía a unos pocos austriacos más en el panel “Recordando a Milton Friedman”, esta vez fue el presidente de la Fed, Ben Bernanke, el que realizó el discurso principal. Ron Paul, a pesar de su conocimiento experto de los temas monetarios y su fama como principal portavoz de una sociedad libre en el Congreso, nunca ha sido invitado en veinticinco años a estas conferencias. Fue objeto del desagrado de Koch y FinK cuando rechazo convertirse a una postura a favor de la banca centralizada.

En política exterior, Cato ya no sigue estrictamente las resueltas opiniones no intervencionistas de Rothbard. En un artículo que apareció en el Wall Street Journal, el 28 de enero de 2008, Roger Pilon, que ostenta la cátedra B. Kenneth Simon  de estudios constitucionales en el Cato, se oponía a los intentos del Congreso de aplicar ligeras restricciones a las escuchas sin orden judicial del presidente Bush. Esos intentos de “microgestionar” al presidente, afirmaba, eran inconstitucionales y amenazaban la seguridad de Estados Unidos. Otros en el Cato no estaban de acuerdo con él, pero esta postura groseramente antilibertaria era una opción permisible para un personaje importante en el Cato. Brink Lindsey, vicepresidente de investigación, es otro cargo del Cato que apoya la guerra de Iraq.

Como mencioné en la parte I, el kochtópodo se opone vigorosamente al Instituto Mises, que trata de continuar la política rothbardiana de economía austriaca, laissez faire y paz que pretendía promover el Cato. La oposición continúa al día de hoy. Reason, ahora bajo el patrocinio de Koch, no reaccionó a The Revolution: A Manifesto, de Ron Paul, con las alabanzas que cabría esperar para este libro libertario supreventas. David Weigel, en un post del 30 de abril de 2008 en el sitio web de Reason, aprovechó la ocasión para atacar a Lew Rockwell y otros supuestos “páleos”. El kochtópodo no puede perdonar a quienes continúan defendiendo a Murray Rothbard.

III.

La influencia de Charles y David Koch sobre el movimiento del Tea Party y sus conexiones con el gobernador de Wisconsin han estado últimamente mucho en las noticias. Los intentos de los Koch de ganar influencia política empezaron hace mucho tiempo y los estudiosos de lo que Sam Konkin llamaba apropiadamente el kochtópodo se acordarán de la implicación de los hermanos Koch en la campaña a la presidencia de Ed Clark en la candidatura del Partido Libertario de 1980. De hecho, David Koch fue el compañero de candidatura de Clark; estar en la candidatura la libraba de los límites monetarios normalmente impuestos a los donantes. Diferencias de opinión sobre la campaña, entre otras cosas, llevaron a un distanciamiento entre los Koch y Murray Rothbard. Para entender ese distanciamiento tenemos una herramienta muy valiosa. Rothbard escribió acerca del conflicto numerosas veces en Libertarian Forum, un boletín que editó de 1969 a 1984.

Los artículos de Rothbard, leídos en orden de escritura, revelan su creciente sensación de que el Instituto Cato, dominado por los Koch había dejado de lado los principios libertarios. La traición ideológica, para él, empeoraba mucho más con el intento de Charles Koch y Ed Crane, presidente del Cato, de eliminar su disidencia.

Rothbard revelaba la postura básica tras su crítica a las fuerzas de Koch antes de que se produjera la ruptura. Alababa en 1977 una resolución estratégica del Comité Nacional del PL, diciendo de ella: “Con esta declaración, el PL se coloca firmemente en contra de todas las formas de gradualismo preferencial u obligatorio, contra el tipo de rendición del principios que dice que no deberíamos recortar el impuesta A en más del X% o que no deberíamos abolir la medida estatista B hasta que deroguemos la C”. Precisamente su crítica de la campaña de Clark era que adoptaba el gradualismo que Rothbard rechazaba aquí.

Una primera señal de problemas inminentes puede encontrarse en el número de mayo-junio de 1978. Este anunciaba la formación del Caucus Radical, con una serie de principios básicos que reclamaba que el PL “evitara el atolladero de un gradualismo obligatorio autoimpuesto”. No solo estaba Rothbard en el Comité Central del Caucus Radical, sino también Bill Evers, en ese momento el principal aliado de Rothbard en la política del PL y editor de la revista Inquiry, patrocinada por el Cato. Aún no había ninguna afirmación de que Koch, Crane o cualquier otro relacionado con ellos hubiera violado estos principios, pero la formación del Caucus Radical no puede haber sido del gusto de Crane. Quería tener bajo su control todos los asuntos relacionados con la política del PL y deploraba la exposición pública de disensiones.

La pelea de Rothbard con las fuerzas de los Koch no e manifestó sin emargo en la campaña de Clark. En el número de julio-agosto de 1979, Rothbard se enfrentaba a dos libertarios influyentes fiannciados por Koch: Roy Childs, el editor de Libertarian Review, y Milton Mueller, ejfe de Students for a Libertarian Society. Tanto Childs como Mueller, bajo la influencia del físico Dr. John Gofman, habían reclamado acabar con el sector de la energía nuclear. ¿Por qué, preguntaba Rothbard, Habían abandonado la apropiada política libertaria de privatizar el sector? “La respuesta está totalmente clara. Es porque, al buscar aliados y reclutas  en izquierdistas y progresistas en los campus de las universidades, el SLS ha descubierto que una posición de libre mercado, una postura que no está a favor ni en contra de la energía nuclear, no es ‘políticamente potente’, como admitió un líder del SLS”. El mismo número incluía una carta firmada por diecinueve libertarios, incluyendo a Rothbard y Evers, protestando por la política antinuclear.

Rothbard pronto extendió sus acusaciones de transigir indebidamente. Ante el conflicto sobre la energía nuclear entre Rothbard y Evers, por un lado, y Childs y Mueller por el otro, Crane y Koch querían reprimir la disputa. Además cabe preguntarse si el hecho de que acabar con la energía nuclear beneficiaría al sector petrolífero había escapado completamente de su atención. Rothbard, en el número de noviembre-diciembre de 1979, se ocupaba directamente de este política. Aunque no mencionaba a Crane por su nombre, le acusaba inequívocamente de tácticas estalinistas. “La tentación está en esconder, difuminar y transigir sobre principios para conseguir: respetabilidad en los medios, votos, apoyo empresarial, apoyo universitario o lo que sea. (…) Hay dos formas básicas de impulsar la ‘línea’ ideológica propia dentro de un partido. Una es aireando públicamente las diferencias y mediante persuasión y convicción, construir una camarilla de personas dentro del partido dedicadas al punto de vista de uno. La otra es operar en secreto y detrás de puertas cerradas, ocultar las diferencias y construir una maquinaria política burocrática dedicada a alcanzar y perpetuar el poder político propio. (…) Y si al primer método, el de creación de una grupo puede acusársele de ‘leninista’, al segundo se le puede acusar con más justicia de ‘estalinista’”. Por si la referencia a Crane no estuviera suficientemente clara, Rothbard más adelante es su artículo decía que solo el Caucis radical podía derrotar la “la fuerzas  profesionales pro-[políticas] de Crane-Koch”.

Rothbard había manifestado para entonces que pensaba que los asuntos entre él y las fuerzas de Crane-Koch eran de importancia vital, pero dudaba ante una declaración abierta de guerra. Aunque a Rothbard y sus aliados no les había ido bien en la Convención de 1979 del PL realizada en el Bonaventure Hotel en Los Ángeles,, seguía teniendo sugerencias para la campaña presidencial de Ed Clark. Lo esencial de su consejo no resultará una sorpresa: debía evitarse a toda costa transigir en los principios.

Escribiendo en el número de marzo-abril de 1980, argumentaba que la estrategia de Clrak debía ser “mantener y enorgullecerse de los principios libertarios: mantenerlos en alto y luego seleccionar los temas más importantes de la campaña y después dar el mensaje con toda la pasión y entusiasmo que merecen estos temas”. En particular, la campaña tendría que destacar la oposición a la guerra y al conservadurismo reaganita. En lugar de pedir que se reduzcan los impuestos, ¿por qué no proponer su completa abolición? Clark debía prometer que, si era elegido, indultaría a todos los condenados por no pagar impuestos.

En el siguiente número (mayo-junio de 1980), la ruptura se había convertido en total. La campaña de Clark, bajo la dirección de Crane, mostró exactamente la aproximación de transacción que rechazaba Rothbard. Rothbard encontraba especialmente irritante que Clarke apoyara la visión de Cilds-Mueller sobre el sector de la energía nuclear. Un folleto antinuclear emitido para la campaña no había sido aprobado por el comité de revisión de publicaciones de campaña, del cual Rothbard era miembro. Proceder así rompía una promesa explícita de que las publicaciones tenían que ser aprobadas por el comité: Ahora mismo la campaña de Clark ha violado todas estas indicaciones juradas solemnemente, en procedimiento y contenido. El folleto glorifica a Gofman, cita sus opiniones antinucleares (incluso con imágenes) y además estás opiniones son secundadas largamente por el propio Clark”. Rothbard calificaba a las opiniones contra la energía nuclear del panfleto “una traición a los principios libertarios y de libre mercado en un intento transparente y cínico de absorber progresistas (especialmente en los medios de comunicación) e izquierdistas (especialmente en la universidad) que apoyen al PL y la candidatura de Clark”. El temperamento de Rothbard no había mejorado con la suspensión de Childs de su columna en Libertarian Review. Rothbard respondía mordazmente que no lo lamentaba: “LR se ha convertido en meses recientes en vacua, flatulenta y aburrida”.

Una vez terminó la campaña presidencial de Clark, Rothbard presentó una crítica detallada y completa de ella. En el número de septiembre-diciembre de 1980, concluía: “La campaña de Clark-Koch fue un desastre cuádruple, en los siguientes aspectos: traición de principios, incapacidad de educar o crear camarillas, irresponsabilidad fiscal y falta de votos”. En lugar de una franca defensa del libertarismo, Clark ofrecía un programa de “Volver a Camelot”. “Ed Clark reiteraba el tema. ‘Queremos volver al tipo de gobierno que tuvo el presidente Kennedy en los primeros años de la década de 1960. (…)’ ¡Y yo que había pensado durante dos décadas que Kennedy era uno de los malos! ¡Vive y aprende!” Rothbard consideraba el tema de Kennedy “probablemente el aspecto más odioso de la campaña de Clark”. Clark, asombrosamente, solo apoyaba un “desmantelamiento gradual del servicio militar” y reclamaba un mero recorte de 30% en impuestos. Además, los balbuceos de Clark, generaron más presión de Crane. Clark había reconocido al principio de la campaña que los libertarios querían eliminar el estado. Esta revelación puso a Crane “pálido ante esta revelación de la verdad a los medios de comunicación y al público: ¿Cómo se les podía engañar para gustarles si conocían nuestras opiniones reales? Y debido a la presión de Crane, no se le permitió nunca a Clark (o quizá ni siquiera se sintió tentado) defender principios libertarios básico nunca más”. Concluía que el PL “nunca más” debería abandonar los principios en una búsqueda inútil de aceptabilidad de las corrientes dominantes.

Koch y Crane no tenían una respuesta adecuada a la acusación devastadora de Rothbard. Respondieron por el contrario intentando despedirle del Consejo de Directores del Instituto Cato. El consejo estaba completamente bajo el influjo de Charles Koch: si no hacía lo que le pedía, reclamaría una reunión de accionistas y reemplazaría el Consejo. Naturalmente, este estado de cosas no se hizo público. Koch y Cran reclamaron que Rothbard entregara sus propias acciones de Cato; cuando este lo rechazó, se las apropiaron ilegalmente.

Tal y como relataba la historia Rothbard en el número de enero-abril de 1981, Crane le informó por carta que su antagonismo personal hacia Crane le obligaba a abandonar el consejo del Cato. “Crane concluía que, debido al supuesto antagonismo, ‘creemos que sería difícil, si no imposible, que evaluaras objetivamente los proyectos actuales y futuros del Cato como miembro del Consejo’. En otras palabras, estar en desacuerdo con Crane te quita ‘objetividad’; un acuerdo inquebrantable y una servil limpieza de botas es la una forma de asegurarte de que es soberbia y coherentemente ‘objetivo’”. Rothbard no solo era un miembro fundador del Consejo del Cato: había sugerido el nombre “Cato” para el Instituto. Pero nada de esto importaba a Crane y Koch.

Sin embargo Rothbard apareció en la reunión del consejo del Cato que se realizó el “viernes negro”. El 27 de marzo de 1981 en San Francisco. Argumentó que sus disputas con Crane sobre la política del PL no deberían afectar a su presencia en el consejo. “Cómo el Instituto Cato, como institución libre de impuestos (…) se supone que no tiene nada que ver con políticas de partido, ¿cómo se atreve Creane a hacer de mi postura dentro del PL un criterio para que yo continúe siendo accionista o miembro del consejo en el Cato?”

Koch y Crane, por supuesto, rechazaron la afirmación de Rothbard. “Crane, ayudado e inducido por Koch, me ordenó [a Rothbard] abandonar la reunión trimestral del consejo del Cato. (…) La acción de Crane/Koch no era solo inicua y arbitraria, sino también ilegal, como les informaron mis abogados antes y después de la reunión. No les importó. Es más (…) para lograr su acción infame a su propia satisfacción, Crane/Koch literalmente se apropiaron y confiscaron las acciones que ingenuamente dejé en la oficina de Wichita de Koch, para que “estuvieran seguras”. Una acción que violaba claramente nuestro acuerdo, así como contrario a cualquier idea de principio libertario”.

Rothbard naturalmente aprovechó la oportunidad para reflexionar sobre las causas de la crisis. La crisis derivó, pensaba, de dos factores principales. Crane llevaba los negocios de una forma secreta, por no decir paranoide. Su dirección del Cato estaba cerca de ser desastrosa. “Estaba demasiado claro que el espíritu dominante en el Instituto Cato era de paranoia, odio intenso, puñaladas y crisis eternas. Al principio, las crisis, todas en torno a relaciones entre Crane y otros ejecutivos del Cato, se producían solo cada varios meses. Pero pronto se aceleró la frecuencia, con crisis cada semana y luego cada día o cada dos. (…) Lo que ni Crane ni sus mentores parecen entender que si tratas a todos como si estuvieran eternamente conspirando contra ti, muy pronto por Dios que empezarán esa conspiración. (…) Cuando llegué al Cato en 1977, me dijo un alto cargo de Cato y compinche de Crane que este despreciaba a los intelectuales y teóricos libertarios y que no leía prácticamente nada, ni libros, ni revistas, ni periódicos. A principio no me lo creí, pero resultó ser completamente cierto”.

El otro factor era más esencial y ya lo hemos explicado, pero ahora Rothbard se extendía sobre él. Crane y Koch, en busca de poder político, quería negociar con el principio libertario. Este proceso no empezó con la visión de la política nuclear de Childs-Mueller. Más bien la primera desviación se produjo cuando David Henderson, un seguidor de la Escuela de Chicago en lugar de la economía austriaca, recibió un nombramiento en el Cato, contra la fuerte oposición de Rothbard. “El Sarajevo del Instituto Cato fue una acción aparentemente simple: la contratación del Dr. David Henderson como analista política y economista”.

Crane y Koch planeaban eliminar a Rothbard de cualquier papel de toma de decisiones y despedir a su aliado Bill Evers. “Este, decía nuestro intrépido desertor, era el plan y se estaba llevando a cabo. Everse acabaría siendo expulsado y yo [Rothbard] sería apartado silenciosamente de cualquier papel en la toma de decisiones para ser utilizado como un recurso personal y un tótem general”.

Naturalmente Rothbard no se fe en silencio, sino que respondió con una crítica continua a Crane por mezclar los negocios del Cato con la política del PL. Fue esto lo que llevó a la decisión de deshacerse de él. “Aunque mi propia ruptura con Crane empezó en la primavera de 1979, no se realizó ningún intento de deshacerse de mí del Consejo del Cato hasta esta primavera [de 1981]. Tengo claro que la causa real del despido no fue el artículo del Lib Forum [criticando la campaña de Clark] sino el éxito que tuvimos yo y otros en la reunión del consejo de noviembre [de 1980] al empezar a llamar a capítulo a Crane”.

Después de su expulsión del Consejo del cato, Rothbard contraatacaba. “Una carta abierta a la maquinaria de Crane” en el número de junio-julio de 1981 pedía a los empleados del Cato que abandonaran a Crane. “Considerad por un momento: indudablemente debéis saber en el fondo de vuestro corazón que vuestro Jefe [Crane] os desprecia igual que a toda la raza humana. (…) No me importa si vuestro Jefe está respaldado por mil millones de dólares. El movimiento libertario y el Partido Libertario no son una gran empresa ni una maquinaria militar. No están en venta. (…) Crane no es lo suficientemente listo como para al menos ocultar su desdén por sus compañeros libertarios y miembros del PL, así que la gente le cala muy rápidamente. ¿Cómo puede una persona así tener éxito en política?”

A la vista de la importancia del desvío de Childs-Mueller sobre la energía nuclear a la hora de causar la ruptura de Rothbard con el Cato, fue paradójico que, como se señala en el número de agosto de 1981-enero de 1982, tanto Childs como Mueller fueran relegados a puestos inferiores en la jerarquía del kochtópodo. “Libertarian Review, la joya estrella del movimiento de la corona de Koch/Crane ha sido asesinada. (…)Roy A. Childs, Jr., editor de LR, ha sido ‘almacenado’ para convertirse en ‘analista de política exterior’ para el Instituto Cato de Crane. (…) Students for a Libertarian Society, la rama juvenil de Koch/Crane, ha quedado a la deriva, recortando su presupuesto de lujosa munificencia a casi nada. (…) el antiguo joven líder de SLS, Milton Mueller, ha sido almacenado con una beca kochiana para un supuesto libro sobre algo u otra cosa”.

Después de que se apagara el fragor de la batalla, Rothbard ofreció en el último número publicado de Libertarian Forum un análisis retrospectivo del kochtópodo y sus problemas. Koch había creado el Instituto Cato para promover un libertasismo ideológicamente coherente. “La idea era que C.K. [Charles Koch] regara (como hizo) con millones la promoción de instituciones que encontraran y reunieran a los mejores y más brillantes del movimiento libertario mediante la capacidad organizativa de Eddie Crane. El objetivo era promover una ideología coherente de libertarismo radical duro e intransigente, del cual el misesianismo eran el brazo económico”.

Mirando atrás, Rothbard pensaba que “estimulante entusiasmo” de la fundación del Cato llevó a la gente a estar ciega ante dos problemas: “(1) A un monopolio de cualquier movimiento le falta la retroalimentación esencial y los controles y equilibrios que siempre trae la competencia (…); (2) De forma casi igual a la acción del gobierno, dedicar montones de dinero a un problema no siempre lo resuelve. C.K. puso enormes cantidades de dinero demasiado rápido a gente (muchos de los cuales acabaron siendo inútiles) a gente que difícilmente lo merecían”.

Rothbard dirigía de nuevo la atención al “cambio de paradigma” de 1979: el abandono del principio libertario. Ahora planteaba una pregunta más profunda: ¿a qué se debió este cambio drástico? “La clave del enigma no es el inepto y torpe Crane, sino las motivaciones del donante, C.K. (…) Los objetivos de Charles en todo esto han sido únicos y dobles. (…) Lo que Charles reclama por encima de todo es una lealtad absoluta e incuestionable y eso es algo que Crane, por encima de todos, era capaz de darle. (…) Esos pocos (…) que ponían el principio libertario por encima de seguir el último giro de programa kochtopúsico, todos han sido apartados. (…) El control para C.K. también significa la voluntad de sus altos directivos de hablar con él una hora todos los días, analizar y aclarar con el donante todos los aspectos, por muy pequeños que sean, de las decisiones del día”.

Sin embargo, concedido el deseo de control de Koch, ¿cómo explica esto el cambio de paradigma? Rothbard argumentaba que, a pesar de su inmensa riqueza, Koch quería que la financiación de los grupos libertarios la asumieran otros. Sus concesiones iniciales se entendían como una especie de semilla y esperaba que otros asumieran su causa. Roy Childs convenció a Koch de que abandonar el principio libertario con el cambio de paradigma atraería nuevo dinero.” Y así 1979 vio el inicio del cambio radical de paradigma dentro del poderoso kochtópodo, es decir, el abandono acelerado del principio radical para atraer financiación exterior”.

Rothbard concluía su análisis con una explicación de la suplantación de Crane como principal agente político de Koch. Richie Fink resultó ser aún más capaz que Crane para atraer financiación exterior. “El camino ahora está abierto para el joven Richie y entonces se produjo la Gran Revolución Kochtopúsica, durante la primavera y el verano de 1984. El bebé finktópodo, hijo del kochtópodo, había nacido. (…) Fink ahora lidera el programa de cabildeo activista, atrayendo a las masas para que apoyen el nuevo activismo. Pero para conseguir a las masas no puedes ser radical, al menos eso dice la sabiduría convencional kochtópoda. (…) Richie Fink está ahora al mando, no solo de la mayoría de la investigación (…) sino también de la mayoría del activismo kochtópodo- (…) A Crane solo le queda estar al cargo del Cato”. Solo queda añadir que Fink sigue siendo hasta hoy el personaje clave en el kochtópodo.


Publicado en tres artículos sucesivos del 22 de abril y el 12 de mayo de 2008 y el 10 de marzo de 2011. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. Los artículos originales  se encuentran aquí, aquí y aquí.