La norma se impuso de manera tan estricta que, en 1948, el equipo sueco que ganó la medalla de oro fue descalificado tras descubrir que un miembro del equipo, Gehnall Persson, no era un oficial. Afortunadamente para Persson y sus compañeros Henri Saint Cyr y Gustaf Adolf Bolternstern, lograron ganar el oro en 1952 y 1956 cuando modificaron las reglas. Por desgracia, si no hubiesen sido descalificados, serían el único equipo de doma clásica con tres medallas de oro seguidas medio siglo después.
En 1952, los tiempos y las actitudes cambiaron profundamente. No sólo eran aptos los oficiales sino que también podían serlo los soldados de tropa. Y no sólo los soldados de tropa, sino también los civiles. Y no sólo civiles sino también mujeres civiles. Con todo esto, la calidad de la competición mejoró y el deporte siguió adelante a grandes pasos, o al menos al trote y al galope.
Los cambios también sirvieron de plataforma para el que fue el mayor triunfo ecuestre. Saint Cyr obtuvo la medalla de oro en 1952, pero la historia más interesante fue protagonizada por la danesa Lisa Hartel, que ganó la medalla de plata y se convirtió en la primera medallista mujer, aunque su historia comenzó en 1944.
En ese año, Hartel era una de las mejores jinetes del país y también una mujer embarazada de 23 años. Una mañana, se despertó con dolor de cabeza y cuello. Unos cuantos días despuÚs se quedó paralítica, víctima de poliomielitis.
Preparada para montar de nuevo, trabajó muy duro para volver a tener movimiento. Dio a luz un saludable bebé y ocho meses después de esa mañana fatídica podía caminar. En 1947, ya montaba de nuevo y competía.
Hartel competía tan bien que la eligieron para el equipo olímpico de los Juegos de Helsinki de 1952. Aún seguía paralizada por debajo de las rodillas y precisaba ayuda para montar en su caballo cuando ganó la medalla de plata. En una de las imposiciones de medalla más emocionantes de la historia olímpica, Saint Cyr la ayudó para subir al podio y recoger la medalla.
Pero no fue el final del cuento. En Estocolmo en 1956, volvió a ganar la medalla de plata quedando después de Saint Cyr.
Las mujeres siguieron actuando bien en la doma clásica durante los siguientes 40 aöos. En 1972 en Munich, Liselott Linsenhoff de Alemania se convirtió en la primera medallista de oro femenina. En 1988 en Seúl, por primera vez, las tres medallistas fueron mujeres.
HISTORIA DEL SALTO DE OBSTACULOS
Al principio, habâa una sola valla de altura. Si un caballo o un jinete podía armarse de valor para hacer un fantástico salto, ya era un concurso hâpico. Y esto era hace menos de dos siglos.
De hecho, muchas de las técnicas más rudimentarias del deporte llegaron en el siglo XX. Los jinetes se recostaban cuando los caballos saltaban hasta que el italiano Federico Caprilli introdujo la técnica de «sentarse hacia delante» en 1902. La idea simplemente consistía en inclinarse hacia delante cuando el caballo saltaba, cosa que ahora es una premisa básica ya que los caballos saltan de 15 a 20 obstáculos en cada ronda.
El concurso hípico de saltos nació supuestamente en París en 1866. Eso condujo a saltos más internacionales y cuando los jinetes debutaron en los Juegos Olímpicos de 1900, el programa incluyó el concurso hípico, el salto alto y el salto largo. El salto alto y el salto largo desaparecieron después pero el concurso hípico de saltos se ha convertido en la atracción principal de la competición ecuestre olímpica.
El concurso hípico de saltos se ha presentado como el pasatiempo de los caballeros ricos. Después de todo, si tenemos en cuenta que los jinetes a menudo se parecen a los cazadores de zorros de la clase alta de Inglaterra del siglo XIX y que los mejores caballos cuestan hasta 175 millones de pesetas hoy en día, es perfectamente lógico. Pero hombres y mujeres de todos los tiempos y procedencias compiten por igual en los tiempos modernos.
Sin embargo, en los inicios de la hípica como deporte olímpico, los militares dominaban el concurso de saltos, de igual forma que lo hacían con la doma clásica y el concurso completo. No fue hasta los juegos de Helsinki en 1952 cuando el civil francés Pierre Jonqueres d'Oriola rompió el monopolio, ganando la medalla de oro individual. Cuatro años después, Patricia Smythe de Gran Bretaöa se convirtió en la primera mujer medallista cuando su equipo ganó el bronce en la modalidad por equipos.
Antes de eso, hubo épocas en las que nadie ganaba en la competición por equipos y únicamente los medallistas lograban acabar. En los Juegos de Los Angeles de 1932, la carrera fue tan difícil que ningún equipo consiguió que acabasen tres jinetes. No se dio ninguna medalla a los equipos. En los juegos de Londres de 1948, México ganó el oro quedando por delante de Espaöa y Gran Bretaña, simplemente porque ningún otro equipo llegó al final.
El hombre que dominó la carrera de 1932 para ganar la medalla de oro individual fue el japonés Takeichi Nishi, quizá el saltador más famoso en su día. Teniente del Ejército, el garboso Nishi se convirtió en el héroe de la escena social de Hollywood, y entre sus amigos se podrían citar Charlie Chaplin, Douglas Fairbanks y Mary Pickford. Su vida acabó trágicamente en la batalla de Iwo Jima en la II Guerra Mundial. Comandante de un batallón de tanques, prefirió suicidarse antes que rendirse.
Alemania se puso a la cabeza en 1956, ganando tres medallas de oro consecutivas en la modalidad por equipos con Hans Gunter Winkler. Winkler ganó cinco medallas de oro, incluida una cuarta por equipos en 1972. Cuando la racha alemana se interrumpió en 1968, la anécdota de los juegos fue protagonizada por la británica Marion Coakes. Ganó una medalla de plata en un pony que medía 1,45 metros.
En los últimos años, Alemania ha resurgido como el mejor país en esta modalidad. Las medallas de oro individuales y por equipos fueron a parar a los alemanes en 1996, tras una medalla de oro individual en 1992 y una medalla de oro por equipos en 1988 y parece que siguen fuertes para los Juegos de Sydney 2000.
HISTORIA DEL CONCURSO COMPLETO
Hay que estar hecho de una pasta especial para ser jinete del concurso completo de equitación. Tomemos como ejemplo a la australiana Wendy Schaeffer en los Juegos Olímpicos de Atlanta de 1996.
«Con respecto a mi herida» dijo, «no es nada dramático, sólo una pierna rota».
Lo más gracioso es que realmente lo pensaba. Su compañera Gillian Rolton volvió a montar su caballo para acabar la carrera de cross con el brazo y la clavícula rota. Y éste fue el equipo que ganó la medalla de oro.
El concurso completo se introdujo en los juegos de Estocolmo de 1912, junto con la doma clásica. Los dos concursos unieron el concurso hípico de saltos para crear la configuración ecuestre olímpica que está vigente hoy en día. Sólo los oficiales del Ejército en activo podían entrar en las competiciones en esos tiempos, una restricción que duró hasta 1950. Cuando debutó el concurso completo, se convirtió esencialmente en una demostración de preparación militar llevada a cabo por distintos oficiales.
Desde el principio, ha sido la prueba definitiva de trabajo en equipo, valor, habilidad, aguante y fortaleza de caballo y jinete. Es quizá el enlace espiritual más cercano a los acontecimientos ecuestres olímpicos más tempranos, las carreras de carros de batalla de los antiguos juegos del 688 a.C. Estas carreras exigían el máximo esfuerzo de los caballos, y aunque el concurso completo lo hace también, hoy día se tiene más cuidado para asegurarse de que completan la carrera con seguridad.
En 1936, el circuito en los Juegos de Berlín era tan difícil que sólo 27 de los 50 concursantes de la competición individual lograron acabar. Sólo cuatro años antes, en la prueba por equipos de los Juegos de Los Angeles de 1932, dos países consiguieron finalizar. Estados Unidos logró la medalla de oro, los Países Bajos la plata y nadie logró el bronce.
El concurso por equipos de 1936 presentó a uno de los héroes de los juegos de Berlín, el teniente alemán Konrad von Wangenheim. Durante la carrera de obstáculos se cayó de su caballo Kurfurst y se rompió la clavícula. Volvió a montar y completó la carrera sin más errores, pudiendo su equipo seguir luchando por la medalla de oro.
Al día siguiente, Wangenheim llegó al estadio para el concurso hípico con su brazo en un cabestrillo. Por desgracia, en uno de los primeros obstáculos, no sólo se cayó del caballo sino que Kurfurst se cayó encima de él. Wangenheim salió de debajo, pero Kurfurst parecía menos afortunado. De pronto, el caballo se levantó al igual que su jinete y acabaron el resto de la carrera para llevar a Alemania a la medalla de oro.
En los Juegos de Roma de 1960 había otro circuito peligroso y murieron dos caballos. Los Juegos también tuvieron su propio Wangenheim. El australiano Bill Roycroft se rompió la clavícula en cross y tuvo el placer añadido de una conmoción cerebral. Sin embargo, dejó la cama del hospital para participar en el concurso hípico y conducir a su equipo a la medalla de oro.
Por parte
de los caballos, la saga no termina aquí. Una vez más,
en los juegos de Ciudad de México en 1968, la carrera y el
calor resultaron muy difíciles para ellos. Esto supuso empezar
a tomar medidas de precaución más fuertes en el concurso
completo y desde entonces no ha habido caballos muertos ni gravemente
heridos.
El éxito de Australia tampoco acabó en Roma. Cuatro décadas después del heróico Roycroft, los australianos llegan a los juegos de Sydney 2000 como campeones de equipos por segunda vez. |