La dama del alba es una pieza melodramática del español Alejandro Rodríguez Álvarez (mejor conocido bajo el nombre artístico de Alejandro Casona). Trata sobre la personificación de la muerte en la figura de una mujer muy bella y misteriosa. Quien irrumpe en el seno de una familia para transformar la vida de todos sus integrantes.
Por otra parte, esta obra es un ejemplo de “la dramaturgia como estilo literario”. Empero quienes escriben para las tablas obligatoriamente piensan en la puesta en escena. Sin embargo, más allá de las obvias variaciones comunicativas, en el fondo no son demasiado las diferencias. Siempre el objetivo es contar historias y dejar algo en los espectadores (sustitutos de los lectores en estos casos).
La dramaturgia como estilo literario
Desde la Antigua Grecia hasta principios del siglo XIX, el teatro no ha tenido competencia como la manifestación artística preferida por el público para adentrarse en otros mundos de manera comunitaria. La literatura se disfruta en solitario. En cambio, la danza y la música —si bien constituyen experiencias colectivas— procuran el deleite circulando a través de otros caminos.
Los últimos 120 años
La llegada al mundo del cinematógrafo en 1895 supuso un cambio en el “modelo dominante”. En la segunda década del siglo XX, el cine se convirtió en el “opio de las masas” en cuanto a entretenimiento. Las artes escénicas poco a poco se vieron relegadas a ámbitos cada vez más cerrados. Aunque para sorpresa de muchos, han conseguido sobrevivir a la última centuria.
Asimismo, en las letras hispanoamericanas el teatro no ha perdido su vigor en ningún momento. Los dramaturgos han seguido sacudiendo a las audiencias con textos que se pasean sin limitantes de lo burdo a los más concienzudos análisis filosóficos o existencialistas. Dentro de esta última categoría aparece La dama del alba, de Alejandro Casona.
Sobre el autor
Este asturiano nacido en 1903 y bautizado como Alejandro Rodríguez Álvarez, pertenece a la celebrada Generación del 27. Un movimiento autoconsciente de escritores, poetas y dramaturgos españoles que coparon la escena de las letras ibéricas hacia 1927. Su intención era la de reivindicar a uno de los emblemas del Siglo de Oro y “padre” del culteranismo, Luis de Góngora y Argote.
Casona desarrolló el grueso de su obra en América Latina. Defensor de la República, se vio forzado a cruzar el Atlántico poco antes de la victoria de las fuerzas lideradas por Francisco Franco durante la Guerra Civil. Pasó por Colombia, Venezuela y Costa Rica antes de radicarse un tiempo en México. No obstante, Buenos Aires fue la ciudad donde produjo lo mejor de su trabajo.
La dama del alba: la preferida
Estrenada en la capital de Argentina en 1944, el dramaturgo nunca ocultó su predilección por este título entre toda su creación artística. En concordancia, es considerada como una verdadera obra maestra por la mayoría de los estudiosos del género. La pieza posee claros rasgos de teatro costumbrista y de estética rural, muy de moda en Hispanoamérica durante la primera mitad de los años 1900.
Adicionalmente, toda la narración está condimentada de forma audaz con elementos místicos y (casi) fantásticos. En complemento, el misterio y la dosis justa de melodrama y comedia representan un broche dorado. Un conjunto sólido que mantiene a la audiencia atornillada en sus butacas, esperando a descubrir toda la verdad.
Sinopsis de La Dama del Alba
Una familia trabajadora, otrora muy alegre y festiva, según los testimonios de sus personajes. Pero la muerte de Angélica —la mayor de las hijas de la Madre— trajo un luto perpetuo. Las sonrisas quedaron prohibidas a pesar de los esfuerzos de todos por recobrar la antigua vitalidad. Con la única excepción de la afligida progenitora, quien teme que “seguir adelante” sea un camino para olvidar.
En realidad, un secreto mantiene oculta toda la verdad, conocido solo por Martín, el viudo. Entonces, llega una peregrina a la casa familiar. Su presencia se convierte en catalizador para quitar el manto de dolor y dar paso nuevamente al amor. Un personaje que también vive su propia y sorprendente aventura, descubriendo aspectos del mundo desconocidos hasta ese momento para ella.
Análisis de La dama del alba
El autor se vale de un verbo directo y concreto, recurriendo a pequeños adornos en forma de chistes nada gratuitos para mantener la coherencia estructural del relato. En combinación con una simpleza sumamente elaborada —nada fácil de lograr— el drama de esta familia es usado como la “excusa” perfecta para discernir sobre la vida y la muerte.
El equilibrio
La muerte no es una figura retórica en La dama del alba, es el personaje protagónico. Es una mujer llena de sentimientos genuinos, ignorante de su aflicción causada de cumplir muy eficientemente con su trabajo. La ingenuidad de unos niños necesitados de sonrisas le abren las puertas de su propio corazón.
Eventualmente, la parca se descubre a sí misma como una pieza clave de todo lo sucedido en el mundo. Ella forma parte de un balance perfecto para la vida, ésta última encarnada en otra mujer con sentimientos. Encargada de ejecutar la misma labor asignada a la muerte, pero a la inversa.
Decir justo lo necesario
El teatro requiere de mucha verbalización para transmitir emociones al espectador. Cuando se trata de dramas cuyos argumentos bordean las fronteras del existencialismo, los autores corren el riesgo de terminar aburriendo a su audiencia ante tantas deliberaciones.
Estructura de la obra
La sencillez propuesta para la puesta en escena completada por Casona en su libreto —junto con su ya mencionada habilidad de hacer de lo complejo algo concreto— permite que el relato transcurra sin decaer en su intensidad en ningún momento. Ayuda en mucho a mantener la simpleza y la fluidez la estructura de cuatro actos en que está dividida la pieza.
La poética de Aristóteles aplicada a la perfección. Aumentando la energía sin aspavientos, casi de forma imperceptible. Hasta llegar al clímax con su indispensable catarsis. Liberación, perdón y redención para los personajes. Respuestas para los espectadores.
La muerte y el miedo
El dramaturgo deja claro desde el segundo acto (para aquellos espectadores incapaces de descubrirlo en el primero) que su disertación va sobre la muerte. Pero hay un subtema igual de sensible en el segundo plano: el miedo. No solo a morir, también a vivir.
Sin caer en el “discurso moraleja” (un aspecto bastante común en buena parte de los dramas costumbristas) Casona se atreve a destacar el poder paralizante de este elemento. Inútil a la hora de vivir. Igualmente para morir. Es imposible estar en paz sin superar los miedos; sin importar de dónde proviene la génesis de los mismos.
¿Teatro conservador?
Alejandro Casona regresó a España en la década de 1960. Un retorno utilizado por el franquismo como señal de apertura. Esto le permitió mostrar su trabajo “en casa”. Cosechó simpatías y antipatías a partes iguales. Muchos reivindicaron su valor. Fue colocado a la altura de uno de sus contemporáneos: Federico García Lorca, el más importante de los dramaturgos españoles del siglo XX.
Un número no menor de críticos y del propio público lo tachó de conservador. Parte de las molestias pueden encontrarse precisamente en la mujer del alba. Si bien son las mujeres las que dan la vida y son fuentes de amor, del mismo modo son responsables de mucho sufrimiento. ¿El único camino para la redención que tiene una pecadora (el autor nunca utiliza este término) es la muerte (el suicidio)?