Valdés, Francisco de. ¿Gijón (Asturias)?, c. 1511- 1512 – Piombino (Italia), 1580. Militar, maestre de campo.
Cuando la Junta de Iconografía Nacional publicó los Retratos de personajes del siglo xvi relacionados con la Historia militar de España (1919), admitiendo que “solo se sabe que era maestre de campo en 1574”, Valdés era más notorio en los Países Bajos, donde se grabaron algunos retratos suyos y se publicó su primera biografía, que conocía sus fechas de nacimiento y defunción. El interés allí por un “personaje que no es hijo de cuna famosa, ni siquiera significado por el Don español y que no alcanzó mayor grado que el de coronel” (Kok, 1786), protagonista de piezas teatrales y de artículos históricos desde el siglo xviii, se debía a su relación amorosa con una dama de alcurnia, Magdalena Moons (La Haya, 24.I.1541-Utrecht, 15.VI.1613), unos treinta años más joven que él y con quien llegaría a casarse, hecho que después intentó ocultarse, como ha descubierto recientemente Els Kloek (Cornelisse, 2007); sobre todo, interesaba el papel atribuido a dicha señora en la posible dilación del asalto a Leiden, que finalmente abortarían los holandeses al anegar su campiña circundante. No ha de sorprender, por lo tanto, que fuera Auguste Hellin, en 1777, el primero en interesarse por su genealogía, como tampoco que otro belga, el profesor Gachard, descubriera que, en realidad, Valdés no fue un simple maestre de campo o coronel, sino maestre de campo general o comandante en jefe de un cuerpo de Ejército, hecho ignorado por su coetáneo Bernardino de Mendoza, camarada de armas en Flandes, al que conoció personalmente y cita profusamente en sus Comentarios.
Rendueles fijó su cuna en Gijón, lo que se acepta con reservas dado que el autor no llegó a identificar a su familia, como tampoco se ocuparon de ella ni los genealogistas clásicos —Salazar o Haro— ni los modernos —Piferrer, Vilar o Mogrobejo, que ultimó el trabajo de los hermanos Carraffa—, cuyas obras se han consultado. Mayor decepción constituyó la pista establecida por el citado Hellin al afirmar que “Gaspar de Valdés, castellano de Gante, fue hijo del maestre de campo Francisco de Valdés y de N. de Robles”. En el expediente santiaguista del mencionado castellano (Archivo Histórico Nacional, Ordenes Militares, exp. n.º 8421), se descubre que, en realidad, éste era hijo de un capitán homónimo de la guarnición de la Alhambra y de su esposa Isabel de Loaces. Por otra parte, aun siendo cierto que Francisco de Valdés nunca fue tratado de don, parece que su familia, aunque no hidalga, era al menos conocida, como se infiere de una carta de Juan de Silva al secretario de Felipe II, Gabriel de Zayas, fechada el 9 de mayo de 1578, precisamente con ocasión de los esponsales de Valdés en Flandes con Magdalena Moons: “El desposado es hombre de buena razon, mas pobre. Le hemos hallado desfavorecido de su padre: plegue a Dios que el casamiento suceda a satisfación del maestre de campo” (Codoin, XL, 1862). Gracias a la conocida diferencia de edad entre los contrayentes, que era de unos treinta años, pudo establecerse la suya.
La primera noticia de su carrera militar data del 15 de junio de 1544. Aquel día, tras cruzar las líneas francesas sobre Carignano, logró entrar en la plaza asediada para entregar una carta del marqués del Vasto, gobernador de Lombardía, a Pirro Colonna, comandante de su guarnición, en la que se le autorizaba a pactar su rendición a los franceses ante la imposibilidad de socorrerle a causa de la derrota sufrida en Cerisole d’Alba (11 de abril de 1544), batalla en la que debió hallarse Francisco de Valdés. Un historiador moderno, David W. Davies (1964), descorre los siguientes jalones de su carrera revelando que participó en la Guerra contra la Liga de Schmalkalda (1546-1547), combatiendo en Mühlberg (24 de abril de 1547), y posteriormente en la conquista de Mahdia (Al-Mahdiya, Túnez), cobrada al asalto el 10 de septiembre de 1550 y llamada África en los textos coetáneos.
El mismo Valdés informa, en su Espejo y disciplina militar, que se halló con Sancho de Londoño (1515-1569) en el asedio de Montalcino, durante la Guerra de Siena (1552-1557). Dicha plaza fue sitiada a mediados de marzo de 1553 por un ejército imperial a las órdenes García de Toledo, hijo del virrey de Nápoles, Pedro de Toledo, que había fallecido en Florencia mientras preparaba la expedición. Aunque García hubo de levantar el asedio el 16 de junio y replegar parte de sus tropas para proteger las costas napolitanas de un ataque turco, Valdés formó parte del tercio de Infantería española que, al mando de Francisco de Haro, quedó en Toscana para apoyar al duque de Florencia. Sirvió con él en la defensa de Piombino (1553-1554), sitiada por los franceses; después en la victoria alcanzada sobre las tropas franco-sienesas en la batalla de Scannagallo, cerca de Marciano de Valdichiana (2 de agosto de 1554) y en todo el asedio de Siena hasta la capitulación de la plaza (20 de abril de 1555), donde entró de guarnición el día siguiente mandando una compañía. En dicha ciudad, declaró el 16 de mayo de 1556 en la causa por herejía contra Julián Carleval, en cuya casa había hallado “algunos libros sospechosos y otros escandalosamente heréticos” (Marchetti, 1975). Su testimonio, en latín, se preserva en el Archivo Histórico de Siena, aunque se ignora si depuso en esa lengua o, tratándose de un procedimiento curial, se tradujo posteriormente a ella. Sólo se conocen los párrafos citados por Marchetti, suficientes para saber que Valdés llegó a reconocer obras camufladas de Melanchthon y Calvino. Este hecho, junto a su esbelta caligrafía y el posible conocimiento de la lengua latina, cabría explicarse de haber recibido una extensa formación religiosa. Quizá fuera deseo paterno el que siguiera la carrera eclesiástica y, conculcándolo Valdés, se viera “desfavorecido” por aquél. Además, tal hipótesis permitiría explicar su lenta promoción en la milicia como fruto de su tardía incorporación a ella, quizá muy adelantada la tercera década de la centuria, con veintiséis años o más.
El 19 de julio de 1557, el gobernador interino de Lombardía, Juan de Figueroa, hizo entrega de la ciudad y territorio de la antigua república de Siena a Cosme de Médicis, siendo relevada el mismo día la guarnición española. El Rey de España retuvo para sí algunas plazas costeras que configuraron el estado de los presidios de Toscana y la compañía de Valdés fue destinada a Porto Ercole. A principios de 1558, tras la firma de la paz entre Pablo IV y Felipe II (Roma, 14 de diciembre de 1557), su compañía fue agregada al tercio de Sancho de Londoño, que regresando de Nápoles a Lombardía desembarcó en Porto Ercole para asistir a la conquista de Talamone y Castiglione, aún en poder de los franceses. Ya en el Milanesado, y a las órdenes del duque de Sesa, se halló en la recuperación de Centale, Sommariva y Moncalvo (5 de octubre de 1558), levantando después el fuerte de Borgo San Martino para emprender el asedio de Casale o Valenza la primavera siguiente, que no tuvo efecto porque la Paz de Cateau-Cambresis (2 de abril de 1559) obligó a los franceses a restituir ambas plazas.
El Tercio de Londoño lo había levado en España Alonso Pimentel, castellano de Milán desde 1557. Con la paz, se refundió en el Ordinario del Estado, también llamado Lombardía, cuyo mando recibió Londoño al ser promovido Manuel de Luna al castillo de Cremona. Esta circunstancia influyó en la carrera de Valdés, que de otra forma hubiera podido ver reformada su compañía, dada su corta antigüedad; en cambio, su viejo camarada le dio la sargentía mayor del Tercio, en fecha que se desconoce, aunque probablemente en 1565, cuando al intercambiar parte de sus compañías con las bisoñas del recién levado Tercio de de Cerdeña, salieron de la unidad capitanes tan renombrados como Juan Periche de Cabrera, Álvaro Osorio o Juan Despuig. Con dicho empleo, formaría parte de las diez compañías destacadas del tercio que pasaron a Flandes en 1567 con el ejército del duque de Alba en 1567, tras concentrase en los contornos de Asti (20 de junio) y recorrer el “camino español” en cincuenta y seis días de marcha. El Tercio quedó alojado entre Lier, Tournai y Vilvoorde, de donde no habrían de salir hasta el 19 de abril del año siguiente para enfrentarse a la invasión de aquel estado por un ejército que había reclutado en Alemania el príncipe de Orange. Apoyado por la Caballería de Sancho Dávila, sorprendió a un cuerpo enemigo entre Erkelens y Dalhem, hacia donde huyeron para defenderse mejor en sus fosos. Valdés, con tan sólo cinco compañías del tercio, los desalojó de allí, capturando a todos los supervivientes y el bagaje (25 de abril de 1568). Fue la primera acción en la que intervenían las tropas del duque de Alba en Flandes y en ella tuvo una parte destacada. Su maestre de campo, escribiría el día siguiente: “Francisco de Valdés hizo muy bien el oficio de sargento mayor y de capitán, ordenando fuera y combatiendo dentro del foso” (Codoin, XXX, 442). El mismo año sirvió en la batalla de Gemmingen (21 de julio), en Frisia, y en el combate de Libertange (21 de octubre), junto al río Petite Gette, al sur de Tirlemont; en ambos casos en vanguardia y con distinción. Tales victorias obligaron a Guillermo de Orange a buscar su salvación en Francia, poniendo fin a la llamada primera sublevación de los Países Bajos.
Se abrió entonces un paréntesis en la actividad bélica que duraría dos años y medio. Valdés lo aprovechó para componer una pequeña obra didáctica sobre el oficio de sargento mayor, que tituló Espejo y disciplina militar, escrita en forma de un supuesto diálogo entre Sancho de Londoño y un tal Vargas, que bien pudiera tratarse —como ya apuntó Álvarez de Baena— de Francisco de Vargas y Bernaldo de Quirós, señor de la casa de Vargas de Madrid, que era capitán de su tercio y estuvo con el autor de guarnición en Deventer, donde concluyó la obra el 20 de octubre de 1571, si no antes, ya que en dicha fecha solicitaba el permiso para su impresión. En todo caso, constituye un homenaje póstumo al citado Londoño, que había fallecido en marzo de 1569, por cuya boca desgrana Valdés sus consideraciones en torno al tema propuesto y sobre la disciplina militar —objeto de estudio por parte del mismo Londoño antes de su muerte— cuya tesis compendió en el extenso monólogo final de su antiguo jefe, que ocupa casi la cuarta parte del libro.
En abril de 1572 el príncipe de Orange desató una nueva ofensiva, apoyándose por el norte en una fuerza pirática conocida como los “mendigos del mar”, por el sur con hugonotes franceses al mando de su hermano Luis, y por el este con protestantes alemanes a los que mandaba personalmente. Los primeros se apoderaron de los puertos de Briele (1 de abril) en la isla de Vroon, y la de Gorinchem (27 de junio), en el Mosa; los segundos, de Valenciennes y Mons (15 y 24 de mayo), en Hainaut, y los últimos de Roermond (7 de julio), en Gueldres, provocando que numerosas villas se declararan a favor de su causa. El duque Alba dio prioridad al frente sur, a donde envió sus mejores tropas al mando de su hijo Fadrique de Toledo. Otro pariente, en este caso su sobrino Fernando de Toledo, veinte años más joven que Valdés, mandaba a la sazón el tercio de Lombardía o, para ser más precisos, la fracción del mismo destacada en Flandes. El 3 de junio lograron recuperar Valenciennes, poniendo enseguida cerco a Mons. El barón de Genlis vino en auxilio de la plaza con seis mil franceses, siendo completamente vencido en Quiévrain (17 de julio); no obstante, porfiaron en resistir los sitiados porque Luis de Nassau confiaba en que no le abandonaría su hermano, el príncipe de Orange. Un movimiento tan previsible no podía ser ignorado por los españoles, que el 11 de septiembre sorprendieron el campamento del Taciturno en Harmignies, dándole una “encamisada” (ataque nocturno) en la que provocaron tal mortandad que la fuerza levantada por el príncipe se disolvió tan pronto como los escasos supervivientes regresaron a Roermond. Valdés, señalado en la primera de las acciones, no pudo hallarse en la segunda, ni siquiera en la capitulación de la plaza (19 de septiembre), porque había resultado herido pocos días antes. Aunque Juan M. Diana y otros, siguiendo al mismo duque de Alba, afirman que perdió un brazo, lo cierto es que el mosquetazo se llevó solamente “la choquezuela del codo, y no podia cerrar ni abrir la mano ni llegarla a la cabeza”. Su caso fue singular en los anales médicos de su tiempo, pues acudiendo a Amberes “se curó después acá cada verano, de suerte que agora escribe harto de su mano, y la cierra y abre, aunque siempre quedan los dedos debilitados y la espada trae como zurdo” (Vázquez de Prada, 1960). Se reincorporó a su puesto sobre Haarlem, en diciembre, una vez que el Ejército había restablecido la autoridad real en Malinas, Zuthpen y Naarden. Se halló en el asalto al rebellín de la plaza (21 de diciembre), que fue rechazado, provocando que el sitio se prolongara siete meses. Fadrique estuvo a punto de verse obligado a levantarlo cuando la armada rebelde logró desembarcar en Ouderkerk, sobre el Amstel, que tomaron y fortificaron, cortando la ruta de suministros del Ejército. El duque de Alba, escribiendo al rey el 7 de julio, confesaba que “desde que nací no me he visto en mayor congoja, porque era fuerza de levantar el campo sobre Haarlem o morir de hambre”. El peligro se conjuró mediante un contraataque por tres puntos diferentes, que obligó al enemigo a replegarse. Según el propio duque, “por la parte de Utrecht envié a los capitanes Valdés y D. Rodrigo Zapata, que han servido muy bien en esta ocasión, como en todas las demás”. Tras un postrero y fracasado intento ornagista para socorrer la plaza el día 9, los defensores se rindieron el 12 de julio de 1573. Poco antes habían llegado refuerzos españoles de Italia: doce compañías destacadas del Tercio de Lombardia y trece de las veinticinco que entonces tenía el Tercio de la Liga, o de Lope de Figueroa; vinieron a cargo de Lope de Acuña, gobernador de Alessandria, que enfermó y murió poco después (17 de julio). Los dos tercios tomaron enseguida nombres nuevos: San Felipe el destacado de Lombardía y Santiago el de la Liga, manteniendo su independencia aunque bajo un mando unitario, que con título de gobernador, el duque de Alba confió a Valdés.
El campo mantuvo sus puestos sobre Haarlem mientras que los burgueses procuraban reunir la contribución, tasada en 240.000 florines. El dinero se retrasaba y el tercio de Julian Romero se amotinó el 26 de julio, aunque el duque —mediando el pago de 70.000 ducados— logró reducirlos a la obediencia el 16 de agosto. El Ejército pudo proseguir su marcha hacia el Norte y el 21 avistaba los muros de Alkmaar. Al igual que ante Haarlem, Fadrique de Toledo ordenó un asalto antes de lo que la prudencia aconsejaba (18 de septiembre de 1573) y, como entonces, hubo de ordenar la retirada. El 8 de octubre, los sitiados rompieron los diques y anegaron el campamento sitiador, obligándole a levantarlo. Era la primera vez que los rebeldes lograban resistir a un ejército real, aunque recurriendo a un expediente que arruinaba sus cosechas y que el duque había rechazado poner en práctica cuando le aconsejaron inundar la provincia y condenarla a la hambruna como método más expeditivo para castigar la rebelión, pero la decisión había partido de Felipe II, que ya había resuelto sustituir a Alba por otro gobernador que actuara más conciliadoramente. Ante la enfermedad de Medinaceli, que se hallaba en Flandes, designó —pese a su inicial resistencia— a Luis de Zúñiga y Requesens, gobernador del Milanesado, que entró en Bruselas el 17 de noviembre y se hizo cargo del gobierno el día 29.
El día 1 de dicho mes, cuando su sucesor ingresaba en Lorena, el duque de Alba expidió en Utrecht una patente de maestre de campo general del Ejército de Holanda a favor de Francisco de Valdés, con jurisdicción “sobre las tropas de todas las naciones alojadas desde Haarlem hasta Utrecht” (Gachard, Les Bibliothèques de Madrid et de L’ Escurial, 125). El maestre de campo general del Ejército de Flandes era Chiappino Vitelli, pero el empleo de Valdés, aunque equivalente en jerarquía, estaba limitado a su desempeño en la provincia de Holanda, donde se concentraba el mayor número de villas rebeladas. Aún así, resulta sorprendente que la elección recayera en un simple sargento mayor al que precedían jerárquicamente cuatro maestres de campo (Romero, Bracamonte y los sobrinos del duque, Rodrigo y Hernando de Toledo) y tres coroneles (Verdugo, Mondragón y Robles). Sin embargo, los tres últimos desempañaban puestos de mando en Utrecht, Zelanda y Frisia; Romero había solicitado muy vivamente su licencia, y se ignoran los proyectos que el duque había trazado para sus sobrinos. El hecho es que, poco después de tan insólita promoción, “Valdés entró en Holanda con los tercios de San Felipe y Santiago, 2 coronelias de tudescos, otras dos de valones, 6 compañías de caballos ligeros y una corneta de herreruelos, por cabeza del ejército” (Cabrera de Córdoba, II, 205). A finales del año, por una relación de “donde y como está repartida la gente del exército de S.M., que se socorre en Holanda”, se puede uno forjar la idea de cuáles eran sus disposiciones estratégicas: primero el control del territorio y el aislamiento de las ciudades rebeladas (Leiden, Delf, Gouda, Woerden, Schiedam y Rotterdam); segundo, la aproximación escalonada a Leiden como objetivo primaveral, con tropas cómodamente acuarteladas para invernar, dispersas pero apoyadas entre sí, para que pudieran sostenerse a expensas del país. Aquella sólida urdimbre quedó hecha añicos justamente cuando debía comenzar a probar su eficacia. El 21 de marzo, siguiendo órdenes de Requesens, Valdés hubo de abandonar la provincia con los dos tercios españoles, la coronelía de Frundsberg y tres compañías de caballos para oponerse a la tercera invasión orangista procedente de Alemania. Como las anteriores, fue deshecha rápidamente, en una batalla cerca de la aldea de Mook (15 de abril de 1574), donde perecieron los dos hermanos del príncipe de Orange. Paradójicamente, Valdés llegó al campo el día siguiente, desamparando Holanda inútilmente, pero más negativa fue la inmediata propagación de un motín entre las tropas españolas, que tomaron Amberes en prenda de sus pagas atrasadas, quedando resentida la autoridad del comendador, malparada la confianza de los regnícolas leales y más afianzada la rebelión. Los Tercios de San Felipe y Santiago no la secundaron, regresando a Utrecht el 20 de abril, en que Valdés tuvo el primer encontronazo con el gobernador provincial Fernando de Lannoy, conde de la Roche, a causa del alojamiento de sus tropas. Valdés disponía ahora de fuerzas inferiores a las que tuvo anteriormente, no obstante lo cual consiguió reconquistar Alphen (16 de mayo), La Haya (18 de mayo), Valkenburg, Maaslandsluis y otros lugares defendidos por tropas inglesas y francesas. El 28 de mayo intimó la sumisión de Leiden y Delf, respondiendo ambas que “lo harían si veían perdón firmado por S. M.” (Archivo General de Simancas, Estado, 558), pero éste no se publicó hasta el 6 de julio, enviando el comendador a negociar la sumisión de la provincia a Federico Perrenot, señor de Champganey, hermano de cardenal Granvela y yerno del conde de la Roche. Entretanto, Valdés, instalado en Leiderdorp, levantó una cadena de fuertes en torno a Leiden, aislándola e impidiendo la entrada de suministros en la villa.
El 10 de julio, una vez pagada a la Infantería amotinada, Requesens pudo acometer una importante reforma del Ejército, presuponiendo que “reduciéndose toda la infantería (española) á dos tercios, se podría dar el uno á Julián (Romero) y el otro á Francisco de Valdés, y aunque éste haya tenido mayor grado que de Maese de campo, puede contentarse con el tercio” (Nueva Codoin, 1893). En efecto, aceptó Valdés, pero “por hallarse su gente muy dividida y empeñada en fuertes y diques”, en torno a Leiden, finalmente se decidió resumir los seis tercios existentes en tres, posponiéndose la refundición de los Tercios de San Felipe y Santiago, que habrían de quedar en uno de doce compañías, con el nombre de Tercio de Italia, al mando de Valdés. Aunque la reforma de los otros tercios se ejecutó a finales de julio, Valdés mantuvo su empleo de “Maestro de campo general del Exto. de su Magestad en Hollanda” hasta la conclusión del asedio, como revelan los numerosos pasaportes expedidos a lo largo del mes de septiembre transcritos por Jan Janzen Orlers. Por dichos pasaportes y la correspondencia del conde de la Roche (Gachard, 1858), se sabe que las negociaciones sobre la sumisión de Leiden prosiguieron incluso después de que los rebeldes rompiesen varios diques del Ijssel y Mosa (4 de agosto) y, siendo insuficientes, abrieran las esclusas de Schiedam (28 de agosto), “anegando la campaña y praderías de manera que una barca cargada de heno podía navegar por ellas hasta Rotterdam” (B. de Mendoza, 520). El 11 de septiembre Valdés hubo de replegar a La Haya las compañías que tenía en torno a Delf y el 15 escribía al comendador que el enemigo ocupaba el dique de Leidschendam, hallándose él a su opósito en el de Zoetermeer, “pero si las aguas siguen creciendo dos días, tendré que abandonarlo y retirarme al de Zoeterwoude” (Archivo General de Simancas, Estado, 500). Aún siendo evidente que Leiden no se sometería salvo fracaso del socorro, el conde de la Roche se presentó el 17 ante la villa, hasta que el día 21 le respondieron sus magistrados que “la tenían por el Rey, como hacian al presente, y por el príncipe de Orange como gobernador”. (Gachard, 1858, Ap. VIII). Sin embargo, escribiendo a Requesens el 27, ya en Utrecht, tras menospreciar a su subordinado (“mis antepasados han hecho más servicios a S. M. en un dia que los que Valdés haría en cien años”), le acusó de “la réduyre à l’extrémité, penssant la donner à sac” (Ibid., Ap. IX). No dio crédito el comendador a tales injurias y el 8 de octubre le destituyó por el barón de Hiergues. No menos inconsistente fue la vertida por Faminio Strada, que se trae aquí por la pluma de Ignacio Calvo: “La rendición era ya asunto de pocas horas; mas se dice que Valdés, ciegamente enamorado de una ilustre dama holandesa, [...] le prometió que no daría el asalto definitivo a la plaza”. Nunca tuvo Valdés ni órdenes, ni intención, ni medios de asaltar la plaza y sólo “apretarla” por hambre. Sin embargo, la madrugada del 3 de octubre, el nivel del agua subió lo suficiente para que ciento setenta barcazas sin quilla lograran sorprender el paso de Kerkweg y apoderarse del dique de Zoertewoude, que abrieron. Valdés, entendiendo que no podría socorrer el fuerte de Lammen (Lammenschans), aislado por el agua, que guardaba el canal de entrada a Haarlem, ordenó abandonarlo, así como retirada general a La Haya. Mendoza, que refiere al pormenor los hechos, cifra sus pérdidas en treinta y cinco soldados, la mayoría ahogados, bien lejos de las abultadísimas cifras que se ha venido dando, equivalentes a la mitad de sus efectivos.
El Tercio de Italia se amotinó el 7 de noviembre de 1574, dos meses después de haberse formado. Apresaron a su maestre de campo, al que condujeron en su marcha, vía Haarlem y Spaarndam, hacia Utrecht, de la que intentaron apoderarse, siendo rechazados por la artillería del castillo. El comendador permitió que se alojaran en Maastricht, donde fueron pagados el 5 de marzo de 1575, volviendo a la disciplina. Tras la tregua impuesta por la fracasada la mediación del conde Schwarzenberg, que logró reunir en Breda, por cuenta del Emperador, una diputación real y otra del príncipe de Orange (febrero-mayo), el 7 de junio ordenó el comendador que marchasen los tres tercios españoles a Utrecht, donde el barón de Hierges aprestaba el ejército que tomaría sucesivamente Buren (28 de junio), Oudewater (7 de agosto) y Schoonhoven (27 de agosto). Nueve compañías del Tercio de Italia tomaron parte en estas empresas, ya que las tres restantes habían quedado de guarnición en un fuerte construido durante la tregua en Bolduque (‘s-Hertogenbosch). A primeros de septiembre, otras cinco Compañías fueron reclamadas para la empresa de Zierikzee, que había de mandar Mondragón, mientras que las cuatro restantes, a las órdenes del propio Valdés, junto con el regimiento valón del conde de Megen y el alemán de Carlos von Fugger, tras capturar los dos fuertes de Krimpen, uno a cada ribera del Ijssel, emprendían el asedio de Woerden, el 8 de septiembre. De nuevo apelaron los sitiados a la inundación de sus campos y Valdés hubo de apoderarse de los diques, cerrarlos, fortificarlos y aguardar pacientemente al desecado. En el entretanto falleció Requesens (5 de marzo de 1576) y Mondragón tomo Zierikzée (2 de julio). El gobierno, recaído en el Consejo de Estado, fue desatendiendo gradualmente a las tropas españolas, llegando a declararlas proscritas, mientras atraía a su servicio a las alemanas y valonas. Como respuesta, los españoles intentaron concentrase en Amberes, hacia donde partió Valdés el 24 de agosto. También lo hicieron las tropas alemanas y valonas para enfrentarse a sus antiguos camaradas, poniendo sitio a su ciudadela, defendida por Sancho Dávila. Parte del tercio de Valdés se hallaba amotinada en Aalst, pero sin deponer su actitud y bajo mandos elegidos por los propios soldados, marcharon al socorro de sus camaradas, entrando en el castillo el 4 de octubre. Aquella misma mañana, sin apenas descansar, asaltaron las trincheras y barricadas que rodeaban el castillo y, desalojando a sus defensores, mucho más numerosos, se apoderaron de la ciudad, que saquearon durante tres días. Ya no habrían de salir de ella hasta que Juan de Austria, nuevo gobernador, aceptando los términos de la pacificación de Gante (8 de noviembre de 1576) y en virtud del Edicto Perpetuo (17 de febrero de 1577), ordenó que las tropas españolas, concentrándose en Maastricht, regresaran a Italia. El tercio de Valdés fue desmovilizado en Vigevano, el 1 de agosto.
Obligado a refugiarse en el castillo de Namur, poco tardó Juan de Austria en advertir que no podría hacer valer su autoridad sin el concurso de los tercios españoles, a los que volvió a llamar con urgencia. Disuelto su tercio, Valdés, acudió a su llamada como voluntario, situación que le permitió contraer matrimonio con Magadela Moons en Amberes en 1578, no sin antes haber coadyuvado a la victoria de Gembloux (31 de enero de 1578) y la toma de Nivelles (12 de marzo). Parece que no se reincorporó al Ejército hasta febrero de 1579 en que Alejandro Farnese, sucesor de don Juan, le concedió el mando del Tercio de Sicilia, que condujo en el asalto y toma de Maastricht (28 de junio de 1579) y de regreso a Italia en febrero de 1580, en virtud de los términos de la Unión de Arras, un acuerdo de autodefensa concluido con las provincias reconciliadas de Flandes, Artois y Hainaut (5 de mayo de 1579). El tercio debía alojarse en la isla de Sicilia pero, de camino, Valdés recibió el gobierno de Piombino, del que se hizo cargo en junio, sucediendo a Antonio de Tejeda. Tanto su nombramiento como su muerte, sobrevenida el mismo año, están documentadas en el Archivo de Simancas (cat. IV).
Fuentes y bibl.: Archivo General de Simancas, Estado, leg. 558, Cartas de Francisco de Valdés al Comendador Mayor desde La Haya, fechadas el 24 y el 28 de mayo de 1574; leg. 500, carta desde Zoetermeer, de 15 de septiembre de 1574.
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Juan Luis Sánchez Martín