reina consorte de Portugal (1475-1480) De Wikipedia, la enciclopedia libre
Juana de Castilla, llamada por sus adversarios «la Beltraneja» (Madrid, 28 de febrero de 1462 – Lisboa, 12 de abril de 1530)[1] fue una infantacastellana, reina proclamada de Castilla y de León y reina consorte de Portugal. Destituida de su rango, hubo de renunciar por tratado a todos sus títulos y señoríos, incluso a su calidad de infanta castellana y de alteza, quedando llamada oficialmente, por real decreto portugués, «a Excelente Senhora» hasta el final de su larga vida en el exilio de Portugal. Fue la única hija y heredera de Enrique IV y de su segunda esposa, la reina Juana de Portugal, hija de Eduardo I de Portugal.[2] Una parte de la nobleza castellana no la aceptó como hija biológica del rey, su padre, a quien acusó de haber obligado a la reina —su mujer— a tener un hijo con su favorito, Beltrán de la Cueva, primer duque de Alburquerque, a pesar de que ambos habían jurado solemnemente que no había sido así. Beltrán no se encontraba en lugar necesario para ello en las fechas concretas. Había sospechas sobre la impotencia de Enrique IV, ya que previamente había estado casado con la infanta Blanca de Navarra y el matrimonio se declaró nulo porque nunca llegó a consumarse. Además, Enrique IV no tuvo más hijos ni con su mujer ni con ninguna de sus amantes.
Enrique IV fue apodado en su tiempo por sus adversarios el Impotente, no tanto por no haber tenido descendencia de su primera esposa, Blanca II de Navarra, como por ser de dominio público la dejación que hacía de sus obligaciones conyugales. Por eso, cuando su segunda esposa, Juana de Portugal, dio a luz una niña, esta fue atribuida a una supuesta relación adúltera de la reina con uno de los privados del monarca, Beltrán de la Cueva; de ahí que se motejase a la princesa como la Beltraneja, a pesar de ser esto imposible por no concordar las fechas.[3]
Unos dos años de edad contaría la princesa durante el apogeo de las revueltas nobiliarias contra Enrique IV, que acusaron de ilegítima a la princesa y tomaron partido por el hermano del rey, el infante Alfonso. El monarca intentó solventar la sublevación nobiliaria acordando el matrimonio de Alfonso con su hija Juana; así, en 1464, Alfonso fue proclamado heredero y sucesor del reino.[6]
El mismo Enrique IV propuso al rey Alfonso V de Portugal, poco antes, el enlace de Juana con el infante Juan, hijo del portugués. Ni uno ni otro proyecto se realizaron, y en cambio el monarca de Castilla desheredó por segunda vez a su hija al reconocer, en el Tratado de los Toros de Guisando, como princesa de Asturias a su hermana Isabel, siempre y cuando esta casara con el príncipe elegido por él. No mucho más tarde, en 1468 y en 1469, se trató de casar a Isabel con Alfonso V de Portugal, hermano de la reina de Castilla, y a Juana, renovando el antiguo proyecto, con Juan, hijo primogénito de Alfonso V, con la condición de que Juana sucediera a Isabel en caso de que esta muriera sin ningún hijo. Tampoco se realizó este proyecto.
Casó luego en secreto Isabel con el infante Fernando de Aragón en 1469, rompiendo lo dispuesto en el tratado con su hermano Enrique IV. Este, que durante toda su vida prodigó a su hija las muestras de afecto paternal, dio respuesta favorable a los embajadores de Luis XI de Francia, que le pedían la mano de Juana para el duque de Guyena, hermano del francés. Las capitulaciones matrimoniales se firmaron en Medina del Campo en 1470.
A petición de Juan Pacheco y de los embajadores de Francia, revocó Enrique IV el tratado de los Toros de Guisando, después de jurar, juntamente con su esposa, que la infanta Juana era su hija legítima. El 26 de octubre se verificó la Ceremonia de la Val de Lozoya en el despoblado Santiago, entre Gargantilla del Lozoya y Pinilla de Buitrago, no lejos de Buitrago del Lozoya,[7] y después que los nobles presentes prestaron a la infanta el acostumbrado juramento de fidelidad como heredera de la corona, acto que no llegó a ser sancionado por las Cortes, se desposó a la princesa con el conde de Boulogne, representante del duque de Guyena. El cardenal de Albi, uno de los embajadores de Luis XI, fue en aquel día el encargado de tomar juramento a los reyes y verificar los desposorios.
Enrique IV murió el 11 de diciembre de 1474. En sus últimos días había visto desbaratado el enlace de Juana, porque dicho duque falleció en 1472. Por esta causa realizó el castellano nuevas e infructuosas tentativas para procurar un apoyo a su hija, casándola con el citado Alfonso V o Juan de Portugal. Se pensó también en dar a Juana por esposo a Enrique Fortuna, infante de Aragón, o a Fadrique, infante de Nápoles.
El testamento del rey desapareció y los partidarios de Isabel sostuvieron que el rey había muerto sin testar. Sin embargo, según Lorenzo Galíndez de Carvajal, un clérigo de Madrid custodió el documento y huyó con él a Portugal.[8] Al final de su vida, la reina Isabel tuvo noticia del paradero del testamento y ordenó que se lo trajeran. Fue encontrado y llevado a la corte pocos días antes del fallecimiento de la reina, en 1504. Siempre según Galíndez de Carvajal, que fue testigo de la muerte de la reina, unos decían que el testamento fue quemado por el rey Fernando mientras que otros sostenían que se lo quedó un miembro del consejo real.[8]
Muerto Enrique IV el Impotente, casi toda la nobleza apoyó la causa de Isabel I, en otras palabras, la alianza de las coronas de Castilla y Aragón; pero algunas familias muy poderosas de Castilla abrazaron el partido de Juana.
Comprendiendo los defensores de Juana que sus fuerzas eran inferiores a las de Isabel, pidieron al rey portugués Alfonso V que defendiera el derecho de su sobrina Juana, y le propusieron que se casara con ella, con lo que vendría a ser también rey de Castilla. Alfonso aceptó y dirigió a Isabel y Fernando una manifestación, exigiéndoles que renunciaran a la corona en favor de Juana si querían evitar las consecuencias de la guerra, y pasando la frontera con 1600 peones y 5000 caballos avanzó por Extremadura. Llegó a Plasencia, donde se le incorporaron el marqués de Villena y el duque de Arévalo, y allí se desposó el 25 de mayo de 1475 con Juana,[1] a la vez que dirigía mensajeros a Roma solicitando la dispensa del parentesco que entre ellos mediaba.
Enseguida se proclamó a los desposados reyes de Castilla, y se expidieron cartas a las ciudades, exponiendo el derecho de Juana y reclamando la fidelidad de estos. Juana, en dichas cartas, expedidas por el secretario Juan González, asegura que Enrique IV en su lecho mortal declaró solemnemente que ella era su única hija y heredera legítima.
Juana trató de evitar la guerra civil, proponiendo que el voto nacional resolviera la cuestión del mejor derecho. He aquí sus palabras, tomadas de la carta o manifiesto que dirigió a las ciudades y villas del reino: «Luego por los tres estados de estos dichos mis reinos, e por personas escogidas dellos de buena fama e conciencia que sean sin sospecha, se vea libre e determine por justicia a quien estos dichos mis reinos pertenecen; porque se excusen todos rigores e rompimientos de guerra.»
Comienzan los enfrentamientos
De nada sirvieron estos buenos deseos. Fernando e Isabel hicieron preparativos para rechazar por la fuerza al portugués. Este cometió la torpeza de permanecer inactivo en Plasencia y Arévalo, dando a sus contrarios tiempo para reunir en el mes de julio a 4000 hombres de armas, 8000 jinetes y 30000 peones.
Rompieron las hostilidades en varios puntos de la península. Alfonso V, saliendo de Arévalo, se apoderó de Toro y Zamora. Fernando se presentó delante de Toro con las milicias de Ávila y Segovia, más bien pronto hubo de emprender la retirada, que fue desordenada y desastrosa. En cambio los plebeyos castellanos, vasallos de Juana, servían con repugnancia bajo las banderas portuguesas, y los nobles que apoyaban a la hija de Enrique IV tuvieron que hacer bastante para defender sus territorios de Galicia, Villena y Calatrava contra los partidarios de Isabel. Numerosos escuadrones de caballería ligera extremeña y andaluza causaban la más espantosa desolación en las tierras de Portugal fronterizas de Castilla, y los nobles portugueses se quejaban en alta voz de estar encerrados en Toro cuando en su propio país ardía la guerra.
En Toro tenía Juana su corte con gran magnificencia, y, al decir de sus parciales, desplegaba grandes cualidades de reina, aunque solo tuviera entonces trece años. Alfonso V, sin embargo, hubiera renunciado a sus pretensiones a la corona, recibiendo en cambio el reino de Galicia, las ciudades de Zamora y Toro y una considerable suma de dinero; pero Isabel, que consentía en lo último, se negó a ceder un solo palmo de terreno.
Fiel a esta la ciudad de Burgos, fue preciso, no obstante, que Fernando sitiara el castillo de la misma guardado por Íñigo de Zúñiga, partidario de Juana. Alfonso V se puso en marcha para socorrerlo, pero después de tomar Baltanás y Cantalapiedra, decidió retroceder por no alejarse demasiado de la frontera portuguesa.[9] Abandonada a su suerte, la guarnición juanista del castillo de Burgos se rindió a Alfonso de Aragón, hermano de Fernando, en 28 de enero de 1476.
Fue el punto de inflexión de la guerra civil, puesto que la quiebra de prestigio de Alfonso desencadenó la disolución del partido de Juana en Castilla[10] y las deserciones de los soldados portugueses quienes, sin voluntad de continuar al servicio del rey, regresaron a Portugal.[11] A pesar de las cartas de auxilio militar enviadas por Alfonso a los grandes nobles juanistas que habían solicitado su intervención en Castilla, ninguno se mostró disponible, incluso el poderoso marqués de Villena, Diego López de Pacheco. De todos los Grandes de Castilla partidarios de Juana, solo Alfonso Carrillo (arzobispo de Toledo) estará al lado del rey portugués en el día de la batalla de Toro.[12]
Del sitio de la fortaleza de Burgos, Fernando pasó en diciembre Zamora, cuyos habitantes volvieron a la obediencia de Isabel y cercaron a la guarnición portuguesa en la fortaleza. Por su parte, Alfonso V —después de recibir en Toro las tropas de refuerzo de su hijo Juan a finales de enero de 1476—[12] puso cerco al ejército de Fernando que quedó encerrado en Zamora a mediados de febrero.
En 1 de marzo de 1476, tras dos semanas de lluvia y frío, el ejército portugués levanta el sitio a Zamora con la intención de invernar en Toro. Fernando lo siguió y alcanzó cerca de Toro, donde ambos ejércitos —con aproximadamente 8000 hombres cada uno—[n 1] se dispusieron en formación de combate.
En el curso de este discutido encuentro [batalla de Toro], en el que curiosamente ambos adversarios se proclamaran vencedores, las tropas de Alfonso V fueran derrotadas mientras que las de su hijo príncipe Juan, después de desarticular la vanguardia castellana [ala derecha, más avanzada], pudieron mantenerse ordenadas recogiendo los fugitivos de la tropa paterna.
Pero a pesar de su resultado incierto,[n 15][n 16] las consecuencias políticas de la batalla de Toro sellaron la victoria de Isabel,[n 17][n 18] que hizo proclamar heredera de Castilla a su hija en las cortes de Madrigal-Segovia (abril-octubre de 1476);[n 19] Se entregó a Fernando el castillo de Zamora el 19 de marzo de 1476; hicieron lo mismo Madrid y todas las plazas del centro del reino, el duque de Arévalo, el maestre de Calatrava, su hermano, que era conde de Ureña, y otros muchos nobles.
Como lo resumió el historiador español Manuel Ballesteros Gaibrois: «Las armas tenían entonces la palabra. En…1476, en Toro, chocaban los ejércitos de la Reina de Castilla y del Rey de Portugal. No hubo verdaderamente una abierta y declarada victoria militar para ninguno de los dos bandos, es decir quedó indeciso el resultado; pero, para extraer beneficios de este empate, volviendo todos los triunfos a su favor, estaba el genio político de Don Fernando. Sin reposar de las tareas durísimas del día, el esposo de Isabel despachaba correos a todas las ciudades de Castilla, del reino aragonés e incluso a reinos extranjeros, comunicando la victoria de las armas de la legítima Reina… ».[n 20]
Ante tal noticia,[n 21] el partido de Juana se desintegró y el portugués, sin base de apoyo, acabó regresando a su reino. Para Juana era el fin del sueño.
Después de la batalla de Toro, Alfonso V, aunque despojado de todos sus aliados castellanos —que fueron a reforzar las huestes de Isabel—, se mantuvo con el grueso[n 22][n 23] de las fuerzas portuguesas en Castilla durante tres meses y medio (hasta el 13 de junio de 1476),[n 24][n 25] manteniendo capacidad operacional y lanzando varios ataques en la zona de Salamanca y más tarde alrededor de Toro: «[Alfonso] nunca dejó de hacer cabalgadas y entradas por la tierra, [actuando] más como capitán de frontera que no como Rey, como sería apropiado para su persona real».[n 26]
Incluso, poco después de la batalla, en abril de 1476, el ejército portugués organizó dos grandes operaciones militares para capturar, primero al propio rey Fernando (durante el cerco de Cantalapiedra) y después, a la reina Isabel (entre Madrigal y Medina del Campo).[n 27][n 28]
Mientras el príncipe Juan retornaba a Portugal en los primeros días de abril de 1476,[13] más de un mes después de la batalla, con una pequeña parte de las tropas portuguesas (400 jinetes),[14] para supervisar la defensa[n 29] de la cada vez más flagelada frontera portuguesa, su prima Juana permanecía en su corte de Toro.[n 30][n 31] Al frente de la fortaleza de Toro se encontraba Juan de Ulloa, desaparecido en los primeros momentos de la batalla, y su esposa, María Sarmiento, que defendió la fortaleza hasta el 19 de octubre de 1476, rindiendo únicamente la plaza cuando logró el perdón real y la conservación de sus bienes privados, además de la fortaleza de Villalonso.[15]
La estrategia de los reyes Católicos, que tenían el tiempo y los recursos combinados de Castilla y Aragón a su favor, comenzaba a producir sus frutos: el perdón negociado con los nobles rebeldes, el asedio de las fortalezas juanistas, la terrible presión militar sobre las tierras fronterizas portuguesas —cuyas fuerzas se encontraban en Castilla—, y finalmente, el comienzo de la guerra naval, para atacar la fuente del poder y financiamiento de Portugal (su imperio marítimo y el oro de Guinea).
Además, Alfonso quería ir a Francia para convencer a Luis XI de no renovar la tregua con Aragón, que expiraría en julio de 1476.[16]
Todo esto hizo inevitable el regreso del ejército portugués el 13 de junio de 1476, y con él, Alfonso y Juana de Trastámara se fueron para siempre.[n 30][n 31]
Tras la batalla de Toro, la guerra civil quedó prácticamente decidida a favor de los Reyes Católicos, aunque solo terminara definitivamente en 1479.[17][n 32] Quedaban pendientes las hostilidades internacionales con Portugal y Francia.[15] Los caudillos de Isabel ganaron las villas y castillos de los magnates valedores de Juana mientras el arzobispo de Toledo, el marqués de Villena y los demás acabaron por implorar el perdón y prestar a Isabel juramento de fidelidad.
La fortaleza de Zamora se entregó el 19 de marzo de 1476, pero Toro permaneció firmemente en manos portuguesas durante más de medio año: la ciudad se entrega al 19 de septiembre,[18] aunque su pequeña guarnición portuguesa de 300 caballeros,[19] asediada en la fortaleza, solamente capitula el 19 de octubre de 1476.[18]
En total fueron tres guarniciones portuguesas las que se rindieron en Castilla: Zamora, Toro y Cantalapiedra —esta última resistió más de un año— hasta el 28 de mayo de 1477. Las restantes fortalezas juanistas, con guarniciones fundamentalmente castellanas[20] (Castronuño, Sieteiglesias, Cubillas Villalonso, Portillo, Villaba) también fueron retomadas por los Reyes Católicos.
En el año de 1479, el rey portugués trató de renovar su empresa en Castilla, enviando una fuerza de caballeros a socorrer a la condesa de Medellín, hermana del marqués de Villena. Mas el 24 de febrero, cerca de Mérida, el maestre de Santiago (Alonso de Cárdenas) destrozó este cuerpo de 500 portugueses y 200 castellanos aliados,[n 33] que sufrieron 85 muertos y algunos prisioneros (según el cronista Alfonso de Palencia). Sin embargo, el grueso de ellos consiguió alcanzar las ciudades de Mérida y Medellín, su objetivo estratégico.
Por su parte, Isabel —situada en Trujillo— expidió órdenes para cercar a un mismo tiempo a Mérida, Medellín, Montánchez y otras fortalezas de Extremadura.
Para más los Reyes Católicos conseguían dos grandes victorias en 1478: el papa Sixto IV anuló la dispensa antes concedida para el matrimonio de Juana con Alfonso,[1] por lo que la legitimidad de Alfonso V como rey de Castilla se derrumbó en la base; e Isabel era reconocida reina de Castilla por Luis XI de Francia (tratado de San Juan de Luz, 9 de octubre de 1478),[21] que rompía de este modo su alianza con Alfonso V, dejando Portugal aislado frente a Castilla y Aragón.
Por su parte, Portugal no sólo desbarató una fuerza invasora de 2, 000 caballeros castellanos en la Batalla de Mourão (Alentejo, Portugal, 1477),[22][23] al mando del mismo maestre de Santiago (más de 100 castellanos aprisionados y los restantes desbandaran, según los cronistas Garcia de Resende y Damião de Góis), sino que logró también reconquistar todas las fortalezas que los castellanos habían tomado en Portugal: Ouguela, Alegrete y Noudar.[24]
También fue capaz de mantener varias ciudades y fortalezas conquistadas o ocupadas en Castilla hasta el final de la guerra:[n 34]Tuy, Azagala, Ferrera, Mérida y Medellín (con estas dos últimas resistiendo a duros asedios hasta la paz).[n 35][n 36]
Estos hechos, en su conjunto, dieron a los lusos gran poder negociador durante las conversaciones de paz en Alcáçovas, en 1479, puesto que les permitía trocar su renuncia al trono castellano por una partilla muy favorable en el Atlántico.[n 43][n 44] Esta solución realista reflejaba el resultado global de la guerra: victoria castellana en tierra y victoria portuguesa en el mar.[n 45] Pero desde el punto de vista de Juana, se trataba de sacrificar sus derechos por la hegemonía atlántica y el oro de Guinea.[n 46]
La guerra con Portugal duró hasta el 4 de septiembre de 1479. Intentó el rey portugués neutralizar a los aragoneses en Castilla viajando a Francia para buscar la alianza del rey Luis XI, y a Flandes procurando la de su primo carnal Carlos el Temerario, pero ambos eran enemigos al tiempo y luchaban entre sí, muriendo el duque de Borgoña en 1477 a manos de los suizos. También abdicó brevemente de la Corona portuguesa para que los nobles castellanos descontentos se pusieran de su lado.[25]
Tras la revocación de la bula papal, el fin de la alianza con Francia y la derrota portuguesa de la Albuera, se empezaron a negociar dos convenios de paz entre Isabel I y Fernando V, y Alfonso V y su hijo heredero el Príncipe Perfecto, ya regente de Portugal, por mediación de Beatriz de Portugal, duquesa de Viseu y de Beja, madre del futuro rey de Portugal Manuel I. La infanta portuguesa era a la vez prima hermana y hermana política de Alfonso V al mismo tiempo que tía materna de la futura reina Católica. Firmados por su intermedio dos convenios en la localidad portuguesa de Alcáçovas, uno estipuló la sucesión dinástica en las coronas de Castilla: las Tercerías de Moura, obligando a los hijos primeros de los Católicos y al hijo único del Príncipe portugués, junto a sus primos los infantes hijos de la infanta Beatriz, a vivir y educarse junto de esta princesa viuda en su señorío de Moura, tierra del ducado de Beja que también le pertenecía. Quedó estipulado el matrimonio entre el nieto heredero de Alfonso V y la hija mayor de los Católicos, que iban a crecer juntos. En virtud de dicho tratado, dejó Alfonso V el título y las armas de rey de Castilla; renunció a la mano de su sobrina Juana;[1] se obligó a no apoyar las pretensiones de esta al trono de Castilla, y se dio a Juana un plazo de seis meses para que eligiese entre casarse con el infante Juan, hijo de Fernando e Isabel, luego que el infante llegase a una edad proporcionada, o retirarse a un convento y tomar el velo.
Bien conoció Juana que sus intereses habían sido sacrificados, pues la cláusula de su matrimonio futuro con el infante don Juan era irrisoria, dado que se agregaba que el infante, al llegar a la edad conveniente, podía rechazar aquel enlace si no le agradaba, no quedando a Juana en tal caso otro derecho que el de recibir una indemnización de 100 000 ducados.
El segundo convenio luso-castellano, el tratado de Alcáçovas, reflejo de la victoria naval lusa en el Atlántico durante la guerra, bajo el comando de Mem de Palha, Jorge Correia y Diogo Cão: establece las fronteras de expansión marítima y la respectiva jurisdicción de ambas coronas vecinas sobre el océano. Los monarcas castellano-aragoneses reconocen a Portugal la propiedad de Madeira y de las Azores, el exclusivo del derecho de conquista sobre el reino de Fez así como que Guinea y toda su navegación, y las islas atlánticas más allá de Canarias (Santo Tomé y Príncipe y Cabo Verde) continuarían en manos portuguesas. La corona de Portugal reconoce a Castilla la propiedad de las Canarias.
Herida en su dignidad e intereses, se retiró inmediatamente al monasterio de Santa Clara de Coímbra, donde pronunció sus votos al año siguiente. Fernando e Isabel enviaron a la ciudad portuguesa, para que fuesen testigos de la ceremonia, a Díaz de Madrigal (individuo del Consejo Real de Castilla) y a Hernando de Talavera (confesor de la reina). Este dirigió a Juana una exhortación en la que le dijo que había adoptado el mejor partido según los evangelistas, y terminó su discurso declarando que ningún pariente, ningún amigo verdadero, ningún consejero fiel, querrían apartarla de tan santa determinación.
Los votos irrevocables pronunciados por Juana no impidieron que su mano fuese en 1482 solicitada por Francisco Febo, hijo de Gastón de Foix y de Magdalena de Francia, hermana de Luis XI de Francia. Febo era el heredero de Navarra. Esta proposición, hecha a instigación del monarca francés, servía a Luis XI para suscitar dificultades a los reyes de Castilla y Aragón, que amenazaban el Rosellón. La muerte de Francisco Febo impidió que las cosas siguieran adelante. Más adelante la diplomacia castellano-aragonesa le planteó a Juana casarse con el príncipe Juan, heredero al trono, pero Juana rechazó la oferta.[8]
En 1500 el rey portugués Manuel el Afortunado planteó el matrimonio con Juana. Estaba viudo de la infanta Isabel (hija de los Reyes Católicos) y estaba esperando la dispensa papal para desposar con su cuñada María, y con ello pretendía acelerar los trámites para obtener la dispensa.
Se dice también (pero no está probado) que, viudo de Isabel I en 1504, el rey Fernando de Aragón le propuso a Juana que se casara con él. Así esperaba Fernando resucitar los títulos de esta princesa a la sucesión de Enrique IV y quitar el reino de Castilla a Felipe de Austria, que gobernaba en nombre de Juana I. La Beltraneja no quiso aceptar como esposo al que en otro tiempo la había declarado hija adulterina de Juana de Portugal y Beltrán de la Cueva.[8]
Sin embargo, la religiosa de Coímbra, como complacían en llamarla los castellanos desde que tomó el velo; la excelente señora,[1] como decían los portugueses, salía con frecuencia del convento. Finalmente los reyes de Portugal le otorgaron morada en el castillo de San Jorge de Lisboa, donde vivía con gran aparato protegida por los reyes de Portugal, los cuales insinuaron más de una vez que podían dar nueva vida a los derechos de la infortunada princesa. Así, hasta el fin de sus días, Juana firmó con las palabras Yo la reina.
En el año 1522, mientras Castilla estaba envuelta en una nueva guerra civil, llamada de las Comunidades, Juana testó sus derechos a la corona de Castilla a favor del rey Juan III de Portugal.[8]
Murió en 1530. Sus restos mortales se hallan actualmente desaparecidos, como consecuencia del terremoto de Lisboa.
Los partidarios de Isabel I y de sus descendientes intentaron borrar de la memoria histórica la existencia de Juana y la sombra de ilegitimidad que arrojaba sobre la reina Isabel. Esta política incluyó la destrucción de documentos históricos durante los siglos XIX y XX.[8]
En la ficción
En la serie televisiva de TVEIsabel, la princesa / reina Juana fue interpretada por Carmen Sánchez.
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Aproximadamente 8000 hombres en cada ejército: 3500 de caballo y 5000 peones (ejército portugués); 2500 de caballo y 5000 peones (ejército castellano) —de acuerdo con Andrés Bernáldez, el cronista y partidario activo de los reyes católicos—. Cfr. Bernáldez, Tomo I, capítulo XXIII.
«[mientras el ala derecha castellana era desbaratada por el ala izquierda portuguesa] ...El Rey é los de su batalla [centro], é los otros Grandes é Caballeros que iban en las otras escuadras á la mano izquierda, encontraron [respectivamente] con la batalla del Rey de Portugal [centro]…, é contra las otras de los Portugueses que iban en el ala de su mano derecha (…). Al fin no pudiendo los Portugueses sufrir las fuerzas de los Castellanos, fueron desbaratados, é vueltas las espaldas se pusieron en huida por escapar en la guarida que tenían cerca en la ciudad de Toro. É muchos de los peones Portugueses é otros caballeros, se lanzaron en el río de Duero pensando escapar nadando (…). El Rey de Portugal …con tres ó cuatro que quedaron con él de todos los que tenían cargo de guardar su persona, aportó esa noche á Castronuño…fue tomado por el Cardenal…el estandarte del Rey de Portugal…y encomendó el estandarte á dos caballeros…los cuales lo tornaron á perder [la unanimidad de los cronistas portugueses y también los cronistas españoles António de Nebrija (traductor para latín de la crónica de Pulgar, Década I, libro V, capítulo VII) y Esteban de Garibay (Compendio Historial, tomo 2, Barcelona, 1628, libro 18, capítulo VII, p. 597), confirman que los portugueses reconquistaron su estandarte real]…é fueron muertos muchos de la una parte é de la otra… [los castellanos] repartían los despojos que habían habido: como quier que por ser de noche é muy escura, fueron en poca cantidad., Cfr. Pulgar (1780), Crónica de los señores reyes católicos Don Fernando y Doña Isabel de Castilla y de Aragón, Cap. XLV y XLVII, p. 87-90
...Y así como el Príncipe desbarató estas dos grandes batallas [ala derecha castellana dividida en 6 cuerpos dispuestos en 2 líneas o batallas], así la batalla grande de El Rey D. Fernando desbarató la del Rey D. Afonso, porque venían en ella mucha y muy gruesa gente de armas, y muchos cubiertos [armaduras pesadas] y gran soma de espingarderos que hicieron gran daño a los caballos., Cfr. Resende (versión electrónica, Wikisource), Vida e feitos d’El Rei D.João II, capítulo XIII.
...las batallas se invistieron unas en otras (…). É luego aquellos seis capitanes Castellanos, que habemos dicho que iban á la mano derecha de la batalla del Rey contra los cuales vino á encontrar el Príncipe de Portugal y el Obispo de Évora, volvieron las espaldas, é se pusieron en huida (…) porque la batalla de los Portugueses iba toda junta, é la de los Castellanos repartida en seis partes, en especial por el gran daño que á los primeros encuentros recibieron de la muchedumbre de las espingardas é artillería que venia en la batalla del Príncipe…aquellas seis batallas de los Castellanos desbaratados…por el Príncipe de Portugal…, Crf. Pulgar (1780), Crónica de los señores reyes católicos Don Fernando y Doña Isabel de Castilla y de Aragón, Cap. XLV y XLVII, p. 87-88
(...). Siendo así las batallas ordenadas de una parte y de la otra para combatir siendo casi sol puesto, el rey mandó decir al príncipe que le mandaba la bendición de Dios y la suya, y que con ella atacase duramente en los contrarios; Y él, por le obedecer (…), después de hecho el señal por las trompetas, (…) bramando todos por el nombre de San Jorge, con gran fuerza y ímpetu invistió tan bravamente en las batallas contrarias [castellanas], que teniendo mucha más gente, no pudieron sufrir ni resistir a los grandes y duros combates, y sin mucha demora fueron luego desbaratadas y puestas en huida, con mucha perdidas (…) y el príncipe, como prudente capitán, dándose cuenta de la gran victoria que Dios le diera y la buena ventura de aquella ahora, quiso mantener más la honra de tamaña victoria que continuar la persecución. [Sin embargo, los cronistas portugueses declaran unánimemente que la mayor parte de los hombres del príncipe persiguió los castellanos derrotados durante mucho tiempo y distancia, lo que dejó las fuerzas del príncipe momentáneamente sin poder operacional hasta el regreso de ellos y de los fugitivos de su padre], Cfr. Resende (versión electrónica, Wikisource), Vida e feitos d’El Rei D.João II, Cap. XIII.
(...). Dióse la señal de acometer y la gente de á caballo que llevaba Don Álvaro [ala derecha castellana dividida en 6 batallas de caballeros, siendo Álvaro de Mendoza su principal capitán] se adelantaron...recibiólos Don Juan Príncipe de Portugal...cuya carga el esquadron de Álvaro de Mendoza no pudo sufrir, antes se desbarataron y pusieron en huida., Cfr. Mariana (1839), Historia General de España, tomo V, Libro XXIV, Cap. X, p. 299.
...el príncipe D. Juan fue herir las 5 batallas [castellanas] , y lo mismo hizo D. Pedro de Meneses en la sexta, que se apartara de las otras como ya he dicho, y el primero de todos que rompió fue Gonçalo Vaz de Castelo-Branco: estas dos alas [las 6 batallas que formaban el ala dercha castellana estaban dividida en 2 líneas o alas, las 5 primeras en la vanguardia y la otra en la retaguardia] que iban todas a la mano derecha de la batalla real de los castellanos, de quien los nuestros fueron recibidos como de esforzados caballeros, porque muy valerosamente llamando Santiago se encontraron con los [hombres] del príncipe, cuya fuerza no la pudiendo sufrir, comenzaran a huir, matando, y cautivando los nuestros muchos de ellos, y de los que escaparan algunos se acogieran a su bandera real y batalla real, que estaba a la mano izquierda de estas seis batallas [castellanas]., Cfr. Góis (1724), Chronica do Principe D. Joam, Cap. LXXVIII, pp.298-299.
... Don Alonso de Fonseca primero, y después don Álvaro de Mendonça (…) y luego otros [capitanes] suplicaron al Rey les hiciese merced que ellos acometiesen los primeros al escuadrón, en que el Príncipe heredero de Portugal estaba, que era la fuerza del ejército portugués [su ala izquierda] , y como el Rey les dejase, mas antes arremeted todos juntos, salieron las seis batallas [que formaban la ala derecha del ejército Castellano] , primero nombradas. Los cuales hiriendo a los escuadrones del Príncipe y del Obispo de Évora, fueran rebatidos con muerte de muchos, por la artillería y ballestería, que la infantería portuguesa disparó y fortaleza que en los portugueses hallaron, de modo que (…) por mostrarse al principio la victoria por los portugueses (…), Cfr. Garibay (1698), Compendio Historial, Tomo 2, Libro 18, Cap. VII, p. 597.
...visto el vencimiento que el Rey [Fernando] é los de las otras batallas que con él eran habían hecho por la parte do peleaban (…). El Príncipe de Portugal, visto que la gente del Rey su padre era vencida é desbaratada, pensando reparar algunos de los que iban huyendo [hombres de Alfonso V] , subió sobre un cabezo, á donde tañendo las trompetas, é haciendo fuegos, é recogiendo su gente, estuvo quedo [los cronistas portugueses informan que se unieron al príncipe Juan no solo hombres de Alfonso V pero también sus hombres retornados de la persecución de los castellanos derrotados por ello y también refuerzos de Toro, formando una gran fuerza. Esto demuenstra lo fácil que era llegar al príncipe.] (...). Contra el qual [el príncipe Juan] el Cardenal de España, é ansimesmo el Duque de Alba, quisieran ir con algunos que pudieran recoger de aquellos que venían del alcance, é de otros que andaban derramados por el campo tomando caballos é prisioneros: é no pudieron recoger la gente ni moverla, porque la noche era tan escura, que ni se veían ni se conocían unos á otros, é la gente estaba cansada, é de ellos no habían comido en todo el día, porque de Zamora habían salido mucho por la mañana. El Rey [Fernando] volvió luego para la ciudad de Zamora, porque le dijeron que podría venir gente del Rey de Portugal, de la que había quedado en la ciudad de Toro por la otra parte del río, á dar en las estanzas que dejó sobre la fortaleza de Zamora. Y el Cardenal y el Duque de Alba quedaron en el campo recogiendo la gente, é volvieron con ella a la ciudad de Zamora [El cronista oficial de los reyes católicos no sólo muestra que Fernando se retiró del campo antes del cardenal Mendoza y del duque de Alba, pero también que el ejército castellano se retiró igualmente para Zamora- después de una tentativa frustrada para atacar el príncipe portugués- que se quedó solo en el campo. Pulgar siente la necesidad de justificar esta retirada castellana con circunstancias que también se aplicaban al enemigo. Si los fugitivos de Alfonso V pudieron alcanzar el príncipe, como dice Pulgar, los castellanos también lo podrían.]..., Cfr. Pulgar (1780), Crónica de los señores reyes católicos Don Fernando y Doña Isabel de Castilla y de Aragón, Cap. XLV, p. 88-89.
…E al fin el rey D. Afonso fue vencido... e mucha de su gente muerta... E su hijo el Príncipe de Portugal quedó con una gruesa batalla de caballeros a una parte encima de un cabezo que nunca osó romper [por su parte, los castellanos también nunca osaron atacarlo]... la gente del Rey D. Fernando, así peones como caballeros, cogieron el campo y toda la presa que allí obtenieron delante del Príncipe de Portugal [la expresión delante muestra como portugueses y castellanos permanecieron cara a cara], que no se movió nunca aquella noche de encima de un cerro, fasta que...el Rey D. Fernando se partió cogida su gente con la presa a Zamora. Entonces el Príncipe de Portugal se partió para Toro [Bernaldez muestra así que el ejército del príncipe regresó a Toro solamente después de la retirada Castellana hasta Zamora.]..., Cfr. Bernáldez (1856), Cap. XXIII, pp. 61-62.
...[Después de vencer en su sector, el Principe Juan] volvió sobre las batallas del dicho rey Fernando, y aunque por la gente que de sus batallas se había desparramado en persecución de los desbaratados, quedó con él tan poca gente que la que estaba en la batalla de los contrarios era mucha más en número, sin embargo dio en ella y la desbarató [probablemente algunos castellanos dispersos, saqueando los despojos portugueses] , siguiendo hasta dar [toparse] en otras batallas de los contrarios, y cuando las reconoció Y vio la multitud de los contrarios, por recoger alguna de su gente que andaba desmandada en el alcance, mandó estar queda a su batalla, porque la gente de los contrarios sería tres tantos como la suya, donde estuvo queda algunas horas, y tan cerca una gente de la otra, que algunos caballeros de una y otra parte salían de las batallas a arremeter con las lanzas [combates medievales individuales]...y los contrarios...arrancaron del campo yéndose camino de Zamora como desbaratados [desordenadamente](...). Cfr. Lopes de Chaves (1984), Livro de apontamentos (1483-1489) (una traducción castellana de este relato de la batalla se puede encontrar en: Fernández Duro, Cesáreo La batalla de Toro (1476). Datos y documentos para su monografía histórica, Boletín de la Real Academia de la Historia, tomo 38, Madrid, 1901, p. 254-257).
…los enemigos, que con D. Juan Príncipe de Portugal sin ser desbaratados se estuvieron en un altanazo en ordenanza hasta muy tarde. (…): así a vista los unos de los otros [castellanos y portugueses] se estuvieron en el mismo lugar algunas horas; los portugueses guardaron mas tiempo su puesto..., Cfr. Mariana (1839), Historia General de España, Tomo V, Libro XXIV, Cap. X, pp. 299-300
...el príncipe después del desbarato que hizo…recogiendo a su gente [desparramada en persecución de los castellanos vencidos]… a que muchos de la batalla vencida del Rey D. Afonso…se recogieron, con los cuales, y con otros…que vinieron de [la ciudad] de Toro, reconstituyó una gruesa batalla…el Rey D. Fernando…cuando luego vio vencidas y desbaratadas sus tamañas y primeras batallas [ala derecha castellana] , por las batallas del Príncipe…creyendo que así lo serían las otras suyas por las del Rey D. Afonso, fue aconsejado a retirarse como lo hizo, y se fue a Zamora. Por lo cual su gente [peligrosamente dispersa y dividida entre perseguir a los portugueses derrotados y saquear sus despojos] encontrándose en el campo sin Rey…con temor de la batalla del Príncipe que veían reconstituida…se reconstituirán también junto a ella en otra batalla de que unos y otros no se podían ver pero si oír; porque en este tiempo la noche era casi cerrada, y todo el daño que de una parte y de la otra se hacían era solamente gritos y tocar las trompetas y atabales que nunca cesaban [procedimientos de intimidación]. Y estando así en el campo juntas ambas estas batallas contrarias, la de los castellanos por estar sin Rey y dudándose de su ventura…comenzaron a agitarse…mostrando claras señales de derrota se fueran acometidos. (…) y sin alguna disciplina y con mucho desorden se acogieran a Zamora. Por lo que encontrándose el Príncipe solo en el campo, y sin haber sufrido derrota, antes lo había hecho en los contrarios, se tuvo por heredero y señor de su propia victoria. Cfr. Pina (1902), Chronica de El- rei D.Affonso V, Libro 3, Cap. CXCI, pp.99-101.
...El Príncipe [Juan] … , lo cual, hasta el tiempo del desbarato del Rey su padre, estuvo persiguiendo las seis alas [ala derecha castellana] por ello desbaratadas, pero dándose cuenta de lo que estaba sucediendo [con las tropas de su padre] comenzó a recoger los [sus hombres] que las perseguían en demasía, y no lo pudiendo hacer por orden [verbal]… con la gente que consigo tenia, haciéndose fuerte en una asomada…donde con las trompetas y atabales…y con fuegos…daba señales a los esparcidos en el campo para se acogieren a ello, y así lo hicieron no solamente los que faltaban de su ala, pero muchos de los destrozados…del Rey, y con toda esta gente hizo el Príncipe una gruesa y fuerte batalla con la cual había determinado, por la mañana, acometer la … batalla de los Castellanos que se formara en el campo, y se pusiera tan cerca de la suya que de una a la otra se oía claramente lo que hablaban …siendo ya pasada gran parte de la noche, sabiendo los castellanos…como el Rey D. Fernando se acogiera para Zamora… partieran del campo…sin que el Cardenal de Castilla, ni el Duque de Alba les pudiesen poner orden; los cuales viendo como la gente toda se escapaba, con la que les quedó se fueron a Zamora lo mas silenciosamente que pudieron, y puesto que su retirada fuese sentida por el Príncipe…que no quiso seguirlos…temiendo [que la retirada castellana fuese] un ardid de guerra, pero esto no era la intención de los Castellanos, porque por la mañana ninguno de ellos fue visto en el campo ni en las montañas…quedando el Príncipe D. Juan victorioso con toda su gente en orden…envió todos los prisioneros [castellanos] para Toro…quiso quedarse en el campo los tres días del vencedor [tradición de la caballeria de la época baseada en la costumbre germánica de Sessio Triduana, que determinaba que el comprador de una propiedad debería permanecer en ella durante los tres días posteriores a la compra, para consumar la apropiación, que de esto modo se quedaba indisputable] , lo que el Obispo de Toledo no aconsejó, mostrándole … que tres horas…se podían tomar por tres días…con lo que…el Príncipe, contrariado…se fue [pasadas las 3 horas y hecho todo el ruido necesario] con las banderas desplegadas [y tocando las trompetas y atabales en señal de victoria, como relatado por el cronista portugués Garcia de Resende en Vida e Feitos D' El-Rey Dom João Segundo, capítulo XIII] a camino de Toro..., Cfr. Góis (1724), Chronica do Principe D. Joam, Cap. LXXVIII y LXXIX.
...El rey de Portugal había hecho un llamamiento al príncipe Don Juan, heredero de la corona portuguesa, que acudió a Castilla con su ejército. La confrontación [batalla de Toro] se produjo el 2 de marzo de 1476, y el resultado fue incierto, pero los Reyes Católicos obtuvieron de ella incuestionables beneficios de orden político. Cfr. Fundación Gregorio Marañón (2000), Enrique IV de Castilla y su tiempo, p.61.
... Después de nueve meses ocupados con ataques fronterizos y negociaciones infructuosas, los ejércitos castellano y portugués se enfrentaron en Toro…y libraron una batalla indecisa, ya que mientras Alfonso fue derrotado y huyó, su hijo Juan destruyó a las fuerzas que se oponían a él. Cfr. John B. Bury (1959), The Cambridge Medieval History, volumen 8, p. 523
(...). Pero si el resultado de [la batalla de] Toro, en términos militares, es discutible, no hay dudas respecto a sus enormes efectos psicológicos y políticos. Cfr. Miller (1964), The Battle of Toro, 1476, en History Today, Volumen 14, p.270.
(...). Tal es la batalla de Toro; el ejército portugués no había sido propiamente derrotado, pero, sin embargo, la sensación era de total hundimiento de la causa de doña Juana. Tenía sentido que para los castellanos Toro fuera considerado como la divina retribución, la compensación querida por Dios para compensar el terrible desastre de Aljubarrota, vivo aún en la memoria castellana. Cfr. Álvarez Palenzuela (2006).
(...). Los dos ejércitos chocaron en los campos de Toro, y la batalla resultó indecisa. Pero, mientras el rey de Portugal se dedicaba a reorganizar sus tropas, Fernando envió correos a todas las ciudades de Castilla, y a varios reinos extranjeros, dándoles la noticia de una gran victoria, en la que las tropas portuguesas habían sido aplastadas. Ante tales noticias, el partido de la Beltraneja se disolvió, y el portugués se vio forzado a regresar a su reino. Cfr. Justo González (1994), Tomo 2, Parte II La era de los conquistadores, p.68.
...El Príncipe se despidió del Rey [Alfonso V] en la Semana Santa [Pascua de 1476: primeros días de abril] con muy poca gente, porque la demás, y mas noble, quedaba con el Rey..., Cfr. Góis (1724), Cap. LXXXIII.
...y con ello [Principe Juan] el conde de Penela... y así poca gente; porque todo los demás quedaron en Toro con el Rey. Cfr. Pina (1902), Libro 3, Cap. CXCII (Como el Príncipe volvió a Portugal y lo que hizo entonces el Rey Alfonso en Castilla).
...trescientas lanzas de las que allí tenia al conde de Marialva para guarda de la ciudad de Toro…y él se partió…para Portugal 13 de junio de 1476..., Cfr. Crónica incompleta de los reyes católicos (1469-1476), Manuscrito anónimo, Real Academia de la Historia, Julio Puyol (editor), 1934, p.303.
Góis aclara que cuando terminó el cerco castellano a Cantalapiedra, Alfonso V, habiendo alcanzado su objetivo, retornó de las tierras de Salamanca y volvió a Toro. Aquí tomó conocimiento de que las fuerzas castellanas (que habían cercado Cantalapiedra) fueron enviadas a Salamanca, y lo lamentó por haberse perdido así una oportunidad de entrar en batalla. Cfr. Gois (1724), Cap. LXXXVII (...Y de la destrucción que El rey Dom Afonzo hizo por toda la comarca de Salamanca)
Cfr. Góis (1724), Cap. LXXXIV(... de una armadilla que El Rey D. Alfonso lanzó al Rey D. Fernando) y Cap. LXXXV (Como El Rey D. Alfonso lanzó una armadilla a la Reina Dona Isabel entre Madrigal y Medina del Campo…).
...sabiendo El Rey D. Alfonso como los castellanos hacían muchas entradas en Portugal, sin encontrar resistencia, acordó con su consejo, que era necesario que Príncipe volviese para el reino…, Cfr. Góis, Cap. LXXXIII.
Juana de Trastámara regresó a Portugal con su marido Alfonso V (y no con su primo Juan, el Príncipe Perfecto, como erróneamente supuso Juan de Mariana, precisamente a tiempo de celebrar la fiesta del Corpus Christi en Miranda de Duero (en la frontera), Cfr. Pina (1902), Libro 3, Cap. CXCIII (De cómo se ordenó la ida del Rey a Francia, y se volvió a Portugal con la Reina D. Juana).
(...). Pero en este documento [la carta en la que el rey comunicó a las ciudades su victoria] , que posee el mayor interés, no se contiene más que la escueta atribución de la victoria a las armas castellanas y no contradice en modo alguno la realidad del hecho de que una parte del ejército portugués, vencedora de una de las alas [ala derecha castellana] , permaneciese en el campo y pudiera retirarse al día siguiente sin ser estorbada. Tampoco hay contradicción en admitir que, siendo jornada equívoca, fue una victoria política muy grande para Fernando e Isabel, puesto que liquidó lo que aún quedaba del partido de Juana. Cfr. Súarez Fernández (1989), p. 178
(...). El Obispo de Évora, capitán mayor, traía en su batalla setecientos hombres de caballo, en los cuales había doscientos hombres de armas castellanos, Cfr. Pulgar (1780), Cap. LXXXVII, p. 152
…y las capitulaciones [tratado de Alcáçovas] con respecto a la devolución de las fortalezas [castellanas] de Azagala, Tuy, y Ferrera…, Cfr. Costa (1979), As navegações atlânticas no Séc. XV, p.34.
...[Los Portugueses de Mérida y Medellín, liderados por el obispo de Évora] se mantuvieron durante todo el verano hasta la firma de la paz..., Cfr. Pina (1902), Libro 3, Cap. CCV.
(...). En esta manera fue hecha y firmada la paz (…). Y luego fueron alzados los sitios, que estaban puestos sobre las fortalezas, y la villa de Mérida fue restituida…y la de Medellín…, Cfr. Pulgar (1780), Cap. CXI, p. 158.
(...). Sin embargo, en 1478 los portugueses sorprenderán treinta e cinco navíos retornados de la Mina [en Guinea] y tomaran todo su Oro…otra expedición castellana a la Mina, la de Eustache de la Fosse, fue interceptada en 1480...Tomando en consideración todos los hechos, no es sorprendente que los portugueses emergiesen vencedores de esta primera guerra naval y colonial. Ellos estaban mucho mejor organizados que los castellanos, fueron capaces de obtener dinero para la preparación y abastecimiento de sus flotas, y tuvieron una clara lideranza…del príncipe Juan. Cfr. Newitt (2005), A history of Portuguese overseas expansion, 1400-1668, pp. 39-40.
...En agosto, el duque asediaba Ceuta y se hacía por un momento con toda la ciudad salvo la ciudadela pero ante la llegada del mismo Afonso V en la armada que le llevaba a Francia, prefirió abandonar la plaza. De rechazo, aquello fue el fin para el intento de poblar Gibraltar con Judeoconversos…, que D. Enrique de Guzmán había permitido en 1474, puesto que los responsabilizó del fracaso de la acción. Cfr. Ladero Quesada (2000),p.98. Si los castellanos hubiesen logrado ocupar Ceuta, eso forzaría una partilla del derecho de conquistar el reino de Fez (en Marruecos) entre Castilla y Portugal en vez del monopolio portugués, reconocido por el tratado de Alcáçovas.
... aquel verano, D. Enrique de Guzmán cruzaba el Estrecho con cinco mil hombres para tomar Ceuta, llegando a ocupar parte del recinto urbano tras la primera embestida, [la ciudad fue cercada al mismo tiempo por un ejército musulmán y por otro castellano] pero opta por retirarse al saber que venia el rey de Portugal con refuerzos para los sitiados. Cfr. López de Coca Castañer (2004), El papel de Granada en las relaciones castellano-portuguesas (1369-1492), en Espacio, tiempo y forma, Serie III, Historia Medieval, tomo 17, p.350.
... preparación de dos flotas [para Guinea y para Gran Canaria, respectivamente] para que con ellas juntas a su tiempo El Rey Fernando aplaste a sus enemigos [los portugueses]..., Cfr. Palencia (1970), Década IV, Libro XXXI, Cap. VIII y IX
Cfr. Palencia (1970), Década IV, Libro XXXII, Cap. III. Esta victoria permitió al Príncipe perfecto utilizar las islas Canarias como moneda de trueque por el monopolio portugués de navegación y comercio en todo el Océano Atlántico “para bajo y adelante” de esas islas, en el tratado de Alcáçovas.
Cfr. Palencia (1970), Década IV, Libro XXXIII, Cap. V (Desastre entre los enviados a las minas de Oro [en Guinea]. Acusasaciones contra el rey...), pp. 91-94. Esta fue una batalla decisiva porque después de ella, los reyes católicos, a pesar de sus esfuerzos, no fueron capaces de enviar nuevas flotas para las Canarias o cualquier parte del imperio luso hasta el final de la guerra. El Príncipe Perfecto envió una orden para que todas las tripulaciones castellanas capturadas en el futuro en las aguas de Guinea fuesen lanzadas al mar. Incluso, hasta los navíos castellanos que habían partido hasta Guinea antes de la firma del tratado de paz tuvieron que pagar el impuesto del Quinto a la corona portuguesa cuando regresaron a Castilla después del tratado de paz. Los reyes católicos tuvieron que pedir permisión a Alfonso V para que este impuesto le fuese pagado en puertos castellanos. Naturalmente, todo esto provocó rencor y revuelta contra los reyes católicos en Andalucía.
El historiador español Antonio Rumeu de Armas escribió que en Alcáçovas, los reyes católicos ...compran la paz a un precio excesivamente caro. Cfr. Rumeu de Armas (1992), El tratado de Tordesillas, p. 88. Efectivamente, con el tratado de Alcáçovas, los Portugueses alcanzan su objetivo supremo: Castilla – la única potencia capaz de competir con Portugal en la expansión ultramarina – quedaba prácticamente fuera del Atlántico y también privada del oro de Guinea.
[Con el tratado de paz de Alcáçovas, 1479] los reyes católicos... se ven obligados a renunciar a su expansión por el Atlántico…. Seria Colon quien libraría a España de esta difícil situación de expansión bloqueada, porque su descubrimiento del Nuevo mundo levó a una nueva y mucho más equilibrada partilla del Océano Atlántico en Tordesillas (1494). Las órdenes recibidas por Colón en su primer viaje son esclarecedoras: ...[los reyes católicos] en todo momento tienen presente que no deben sobrepasar los límites establecidos en el “reparto” de Alcáçovas, por lo que insisten a Colón en que debe navegar por el paralelo de las Canarias. Cfr. León-Guerrero (2002), El segundo viaje colombino, Cap. 2, p.49.
...Castilla negoció entonces la corona a cambio de Guinea; esto es, que al ganar el trono para Isabel, Castilla debió ceder en exclusividad a Portugal la ruta de Guinea. Cfr. Rojas Donat (1997), p. 2.
Azcona, Tarsicio de (2007). Juana de Castilla, mal llamada La Beltraneja: vida de la hija de Enrique IV de Castilla y su exilio en Portugal (1462-1530. Madrid: Esfera de los Libros. ISBN8497345843.
Fundación Gregorio Marañón, Cortes de Castilla y León, Universidad de Valladolid (2000). Enrique IV de Castilla y su tiempo. Secretariado de Publicaciones e Intercambio Editorial, Universidad de Valladolid. ISBN9788484480143.