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proceso cognoscitivo mediante el cual hacemos patente el contenido o sentido de algo De Wikipedia, la enciclopedia libre
Una explicación (del latín "explicatio", acción de desplegar o desenvolver) es el acto de 'desplegar' lo que estaba doblado (plegado, implicado) y oculto en su interior, que no es visible o perceptible a la razón, haciendo comprensible lo que en un primer momento no lo era.
La explicación es el subsiguiente a la comprensión que hace posible la justificación de una creencia. Es "un intento por hacer compatible un hecho determinado con el conjunto de creencias, principios o convicciones que conforman nuestro conocimiento personal"[1]
La explicación es el proceso cognoscitivo mediante el cual hacemos patente el contenido o sentido de algo, que puede ser:
La explicación suele referirse al hecho de “dar razón”, es decir, hacer patente el qué, por qué, para qué, y el cómo de las cosas y de los sucesos del mundo en el conjunto de nuestro conocimiento tenido como cierto y verdadero.
La realidad se manifiesta al conocimiento humano como un proceso, en el que aparecen ciertas unidades, como sucesos o cosas implicadas unas en otras[2] cuyo conjunto forman el mundo, o un determinado aspecto o conjunto del mismo.
Explicar un suceso o una cosa es poder expresar mediante el lenguaje, los conceptos, causas, descripciones, génesis o leyes (respecto a leyes naturales o leyes positivas en su caso), que lo engloba coherentemente como elemento perteneciente a un conjunto a partir de la atribución de una determinada propiedad o conjunto de propiedades a dicho objeto o suceso.
Dicho en pocas palabras: Explicar es englobar dicho suceso o cosa dentro de un conjunto general, aplicable a toda una clase natural de objetos o sucesos.[3]
Dicho conjunto debe estar previamente definido y ser más conocido o aceptado como válido por todos los interlocutores. Se trata de una inclusión lógica, no meramente lingüística, que implica asimismo una validez reconocida por una comunidad competente.
Suele considerarse la respuesta a las preguntas: ¿qué es esto? ¿por qué esto es así? ¿por qué sucede esto? ¿Para qué? ¿Cómo?. Tradicionalmente se ha interpretado como reducir un fenómeno a sus causas.
La explicación debe estar determinada como concepto, discurso, ley, génesis, causa, o descripción, de forma que siempre que se dieran las mismas condiciones se espera que se producirán los mismos efectos (en el terreno de los hechos, cuando se trata de sucesión hechos), o las mismas explicaciones (cuando se trate de comprensión de significados de conceptos o discursos), para cualquier observador humano en iguales circunstancias.[4]
El conocimiento de la explicación debe permitir predecir, y en su caso reproducir, los sucesos o el contenido de los discursos respecto al mismo objeto de referencia, lo que vendría a constituir de alguna forma un «dominio sobre la naturaleza»,[5] y la perfección del conocimiento como verdad.[6]
La explicación perfecta supone la posibilidad de obtener un conocimiento objetivo, es decir la misma forma para cualquiera que afrontara las mismas experiencias o realizara las mismas operaciones y entendiera correctamente el mismo discurso o concepto. Tal es la base común sobre la que asentamos la racionalidad humana y la posibilidad de un lenguaje común. |
Que el ideal de la explicación así descrita pueda ser realizado o no, así como los posibles métodos mediante los cuales pudiera realizarse, es la cuestión que trata el contenido del presente artículo.
El comienzo de la filosofía surge de la idea de que las cosas suceden por necesidad, es decir, sujetas a leyes. Supone la superación de las explicaciones basadas, de forma próxima o en último término, en la atribución de los sucesos y las cosas al azar, al Destino o al arbitrio de acciones divinas o mágicas.
Los primeros filósofos, presocráticos, buscaron directamente teorías explicativas; Platón es el primero que se plantea una explicación en sentido sistemático y una epistemología conectada con la misma.
Pero es Aristóteles quien fundamenta la explicación por medio de las causas; lo que da lugar a varias causas y explicaciones.[7]
En la Antigüedad y la Alta Edad Media, de la mano del cristianismo, predominó el sentido platónico de la explicación sobre el mundo. En la Baja Edad Media, tras la recuperación del pensamiento aristotélico, a partir del siglo XI, se consolidó un nuevo modo de explicación en la medida en que Santo Tomás, mediante la distinción entre ser de esencia y ser de existencia[8] justificaba que el mundo, además de creado, sobre todo era contingente; con independencia de que pudiera ser eterno o no eterno, pero no necesariamente eterno como pensaba Aristóteles, cuya explicación teleológica Santo Tomás remite, en último término, a Dios.
Tras un largo proceso de depuración de la tradición antigua y escolástica respecto al sentido del valor cognoscitivo de la experiencia, en la Edad Moderna se impone un nuevo modo de valoración de la experiencia así como un nuevo método de explicación científica. Las explicaciones meramente especulativas mágico-mítico-religiosas de tipo cualitativo, dejan paso a unas explicaciones basadas en la medida de cantidades y en el experimento. Nace así lo que se ha venido a llamar la explicación científica: La Ciencia Moderna.
Este modo de explicación científico ha sido predominante hasta mediados del siglo XX en que dicho modelo de explicación ha sido puesto en crisis sobre su propio fundamento.
Hoy, más que un rechazo o sustitución de la explicación científico-técnica, se considera un nuevo concepto de verdad, el posmodernismo.[9] Se suponen nuevas formas de valorar los métodos e interpretar los discursos y el lenguaje con los que la verdad, en su sentido epistemológico y en su sentido pragmático, es expresada. En definitiva, es la hermenéutica y el sentido pragmático del lenguaje lo que constituyen la manifestación del saber.
Lo que esta enorme crisis de valores[10] está afirmando es el fin definitivo de ese tipo modelo de análisis lineal, autoritario. La dichosa posmodernidad ha demostrado ser muy correosa. Su debate apuntaba que la filosofía y la ciencia social tendían a difuminarse en relato, perdiendo su teleológica aspiración de objetividad. Por contra, se enfatizan ahora los modelos en red, arborescentes, sin conclusiones claras y con planteamientos más débiles, provisionales, aproximativos, no jerárquicos, con predominio de praxis alternativas frente a los discursos cerrados y machistas. Ser relato no quiere decir no ser nada. Lo único que sucede es que su sistema de validación y aceptación es discursivo y, por definición, democrático. No hay verdad sino verdades. Y por supuesto, incluyen valoraciones éticas y ejemplos positivos, hasta heroicos, no basados en ciencia objetiva sino en historia, en tradiciones incorporadas. Por ejemplo, como diría Richard Rorty, la democracia es mejor para articular la convivencia racional, para la solución de conflictos en incorporación del cambio.José Tono Martínez. El País. Opinión. 19 de febrero de 2009
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En este sentido, la enciclopedia en línea Wikipedia es un modelo de reconstrucción y divulgación sistemática en redes del conocimiento mediante colaboración desinteresada; capaz de generar explicaciones a partir de diversos discursos diferenciados referentes a muchos problemas comunes considerados desde muy diversos puntos de vista y disponible de forma generalizada para muchos individuos y con garantía de elaboración democrática.
Se entiende por tal la doctrina que considera que lo que justifica una explicación, entendida como inferencia ampliativa o nueva creencia fundada en la evidencia, viene dado por un movimiento doxástico[11] que amplía la coherencia explicativa del conjunto de las creencias que, como evidencias, uno tiene.
Los padres de esta forma de entender son Peirce, Dewey, Quine y Sellars. Pero es Harman con La inferencia a la mejor explicación, 1965 quien instaura la teoría como tal.
Se entiende como inferencia el paso de unos datos a una hipótesis; y por mejor al conjunto del ejercicio de ciertas virtudes pragmáticas como: la simplicidad, poder explicativo y fecundidad.
En este sentido suelen distinguirse tres formas de explicación:
Esta última es ampliamente discutida y poco sostenible dentro de lo que hemos llamado el pensamiento actual.[14]
La necesidad de explicación surge a partir de la afirmación de la ignorancia. Así lo entendió Aristóteles en un famosísimo texto:
Pues los hombres comienzan y comenzaron siempre a filosofar movidos por el estupor; al principio, estupefactos ante los fenómenos sorprendentes más comunes; luego avanzando poco a poco y planteándose problemas mayores, como los cambios de la luna y los relativos al sol, las estrellas y a la generación del universo. Pero el que se plantea un problema o se admira, reconoce su ignorancia, (por eso también el que ama los mitos es en cierto modo filósofo, pues el mito se compone de elementos que dejan estupefacto). De suerte que, si filosofaron para huir de la ignorancia, es claro que buscaban el saber en busca del conocimiento, y no por ninguna utilidad.Aristóteles, Metafísica, 982, b.11-32(sin subrayar en el original)
Y de la misma forma Zubiri expresa:
Precisamente porque la ignorancia es un modo de intelección afirmativa, el hombre tiene que ir aprendiendo a ignorar. Sólo así puede crear nuevas simples aprehensiones que en su hora pueden conducir desde la ignorancia a otros modos de intelección afirmativa. El acceso a la ignorancia, al margen y por encima de la nesciencia, es un duro movimiento intelectivo.Zubiri. Inteligencia y logos, pág. 187 (sin subrayar en el original)
Nadie duda de que la fuente primaria del conocimiento es la experiencia. Sobre ella junto con la memoria configuramos nuestros aprendizajes individuales y sociales (imitación, educación, tradición y costumbres, con especial relevancia del lenguaje) que configuran las primeras evidencias sobre el mundo sobre las que instalamos y construimos nuestro modo de vivir en el mundo interpretado como la realidad.
Como dice Aristóteles, surge un problema cuando algún suceso, alguna observación, alguna experiencia, nos produce admiración porque no entra dentro de lo previsto por nuestras creencias. Es decir, no lo comprendemos, lo que equivale a: es inexplicable.
Quien no se plantea un problema es porque cualquier cosa que se oponga a sus creencias no entra dentro del campo de su conciencia como una afirmación de ignorancia. La necesidad de explicación es por eso la afirmación de ignorancia: No comprendo esto → No puedo explicar esto. Lo que pone en marcha la necesidad de explicación.
Desde siempre se considera que este hecho es específico de la razón humana. Pero conviene aclarar que nos referimos a una explicación teórica.
La naturaleza ha dotado a los seres vivos de una acumulación de experiencias y aprendizajes técnicos que no necesitan de explicación teórica, porque suponen un éxito en la acción; tales son las creencias como evidencias que equivalen a una explicación. En este sentido los animales y todos los mecanismos de supervivencia y adaptación al medio, incluido en el caso del hombre su adaptación al medio cultural y social en el que vive, no urgen de explicación. Sólo el hombre cuando intenta justificar las implicaciones de unas cosas con otras es capaz de admirar y preguntarse al reconocer su ignorancia y buscar una respuesta capaz de ser expresada por el lenguaje. Tal es el sentido de las explicaciones imaginativas, míticas, mágicas o religiosas, que toda tradición cultural produce; precedentes de la explicación científica que, sometida a unas normas y controles de la comunidad, lo validan como creencia[15] de un valor especial en tanto que reconocida por la comunidad como ciencia.
Ya es tradicional en la consideración del origen del pensamiento teórico situar el origen de la filosofía como crítica al mito oponiendo explicación mítica ↔ explicación racional.
El mundo como totalidad aparece como un «orden implicado»[16] en el que estamos nosotros mismos como un suceso o cosa más; un proceso en el que aparecen ciertas unidades dotadas de cierta independencia, que llamamos sucesos o cosas.
El mundo se manifiesta a través de los sucesos cuya explicación racional es lo que entendemos como Ciencia.
Tal concepto de Ciencia es el que se consolida a partir de la Edad Moderna, cuyo principal momento es la aparición de la obra de Newton, Philosohpiae Naturalis Principia mathematica, en 1687.
A partir de este momento se entiende por explicación la interpretación de los datos observacionales de la experiencia (fenómenos) como consecuencias determinadas de la existencia de una ley o conjunto de leyes, unificadas en una teoría.
La Teoría de la Gravitación Universal fue admirable por su éxito en la aplicación técnica y explicación teórica de innumerables fenómenos de la naturaleza y es el fundamento de lo que se ha dado en llamar Física clásica, convertida de esta forma, por su precisión matemática, en modelo perfecto o ideal de la ciencia, durante mucho tiempo.
Pero la diversidad de campos en los que el conocimiento se ha ido desarrollando; la diversidad de métodos de investigación y modelos de interpretación de fenómenos; la observación de fenómenos nuevos a través de nuevas técnicas de observación plantean la necesidad de teorías más complejas así como la diversidad de formas legales que exceden el marco teórico de lo que se ha entendido por explicación científica como reducción de un fenómeno a sus causas.
La justificación explicativa ha ido tomando así formas diversas.
Ya Leibniz, contemporáneo de Newton, señalaba una diferencia conceptual en los modos de tratar diversos conocimientos. Por eso hizo una distinción entre explicación y comprensión, justificada en los conocimientos relativos a la fe, como conocimientos que podían ser explicados, pero no comprendidos[17]
Esta distinción cobró toda su importancia con el pensamiento de Dilthey al separar el conocimiento científico en dos ámbitos claramente diferenciados: las Ciencias de la Naturaleza y las Ciencias del espíritu, reservando para estas últimas el concepto de comprensión.
Newton negaba el fundamento hipotético de su ciencia, («hypotheses non fingo»), pues para Newton el espacio y tiempo absoluto como constantes de la naturaleza y por tanto de la ciencia, provenían de la consideración de que ambos constituían el sensorium Dei.[18]
Pero el carácter universal y necesario de las leyes nunca podrán ser objeto de experiencia directa humana. En realidad, por más que Newton lo negara, la argumentación lógica que subyace a este modelo inicial de explicación científica considera la ley general o teoría como una hipótesis que se válida mediante los experimentos.
Sobre la base de que la experiencia confirma o verifica las teorías haciéndolas verdaderas, se piensa[19] que la ciencia tiene un fundamento inductivo[20] y que la verdad se establece a partir de los experimentos, de la experiencia, y las leyes generales formulan las condiciones en que actúan las causas que producen el fenómeno.
El argumento deviene así: Dadas las leyes generales (o teoría, que engloba varias leyes) A, B, C; y las condiciones fenoménicas, h, i, j,... se producirán los fenómenos s, t, v... como demuestran los experimentos 1,2,3,....n que lo confirman. Lo que hipotéticamente equivale al argumento:
Si se dan las condiciones, como causas, se producen los fenómenos previstos por la teoría que establece la ley general, como efectos.
Fundamento de una concepción determinista de la ciencia que, en su caso extremo,[21] pretende una explicación mecánica, mecanicismo, que considera la realidad formada por partículas (masas) que se mueven en un espacio y tiempo absolutos y cuyos choques conforme a las leyes establecidas por Newton, producen los fenómenos de la experiencia.
Tal era la interpretación que se tuvo del método resolutivo-compositivo utilizado por Galileo[22] y que, vino a constituir el que durante mucho tiempo se consideró modelo lógico del método científico con el nombre de método hipotético-deductivo.
Pero el concepto mismo de fenómeno, a partir de la filosofía empirista y kantiana, pone en cuestión el carácter objetivo y necesario de la condición legal de la explicación científica, por no aceptar la idea de causa como realidad objetiva.[23]
Por ello el positivismo de tradición empirista, interpretó que las leyes científicas no constituían una auténtica explicación por causas, sino solamente una descripción de la sucesión de fenómenos interpretados de forma general. No dan razón del por qué se producen; sino del cómo se producen.
Durante el siglo XVIII y XIX los éxitos indiscutibles de las Ciencias de la Naturaleza, en especial la Física, y sus aplicaciones técnicas no cuestionaron a fondo la lógica del método; bien fuera entendida la ciencia como descriptiva, en sentido fenomenalista, o explicativa, en sentido realista.
Pero los planteamientos lógico-matemáticos de finales del siglo XIX y primer tercio del XX; la insuficiencia teórica de lo que había sido considerado el fundamento de la ciencia Física,[24] plantearon el tema de la explicación científica en un contexto completamente nuevo a lo largo del siglo XX.[25]
El experimento, como expresión de la experiencia objetiva y repetible, había sido considerada la prueba y demostración palpable de la verdad de la ley o teoría general de donde la experiencia, ya no experimento, podía ser no solo racionalmente deducida, sino públicamente repetida. Tal era el postulado y creencia del cientificismo del siglo XIX.
En esto concordaban tanto los racionalistas, para quienes la explicación científica establecía una explicación real y por tanto causal, como los fenomenistas positivistas para quienes las leyes describen adecuadamente el fenómeno.
En este sentido, si alguna teoría científica había probado su validez y, por tanto, su verdad en la ciencia, así como su utilidad en el dominio de la Naturaleza, era la teoría de la Gravitación Universal, fundamento de la Física clásica, soporte sobre el que el gran progreso científico-técnico del XVIII y XIX se había sustentado.
La crisis expuesta en el parágrafo anterior supuso la necesidad de entender de una nueva forma el valor del experimento como contrastación de una teoría científica y los resultados de la misma.
Entendemos por constrastación el sometimiento de una teoría, hipótesis o ley general a la prueba del experimento.
Supone que el experimento hace verdaderos los enunciados de la teoría que, de este modo, adquieren validez científica. Equivale a dar por suficiente la inducción de la verdad general confirmada por la experiencia entendida en términos realistas explicadas en términos causales.[26]
Otros consideraron que el experimento corrobora la verdad de los enunciados de la teoría al ser la experiencia del caso concreto resultado de la frecuencia estadística y por tanto inductiva de el fenómeno o suceso más probable, probabilismo. Las leyes científicas son ahora interpretadas en un componente lógico-formal como leyes probabilísticas; la constancia de su predicción es debida a la frecuencia estadística de la interacción de los grandes números,[27] más que a un determinismo rígido de la naturaleza. Las leyes son producto de un proceso inductivo que describen de forma general e inductiva la sucesión de los fenómenos, pero no determinan a la manera causal. La fundamentación básica reside en la «Teoría probabilística»[28]
La anterior disparidad de criterios sirve de fundamento para una tercera postura.
El éxito del experimento no hace verdaderos los enunciados de la teoría. Pero su fracaso sí que los hace falsos.
Parte de la crítica al fundamento lógico que subyace en el proceso de justificación de la ley general.
Según Popper la inducción nunca podrá dar lugar a una verdad de tipo general. En el fondo de las posturas anteriores subyace un argumento deductivo como aplicación de la falacia del consecuente.[29] Pero la falsación refuta e invalida la hipótesis, ley o teoría, de forma lógicamente válida con fundamento en el modus tollens.
Las leyes y teorías no constituyen una explicación definitiva, ni causal ni descriptiva.
Son verdades provisionales en su ámbito de explicación, mientras no exista una teoría explicativa mejor; mientras no haya otra que haga falsas las anteriores. Tal es el fundamento del progreso histórico de la ciencia, marcado siempre dentro de los límites o demarcación de la experiencia posible.
La ciencia no produce verdades válidas de una vez por todas sino teorías provisionales en determinados contextos de experiencia que interpretan ámbitos de experiencia concretos en un lenguaje formalizado, a ser posible el matemático.
La investigación consiste en la ampliación de ámbitos de experiencias (o determinaciones teóricas de experiencias posibles) que hagan falsas las teorías anteriores.
La historia y sociología de la ciencia como mostró Kühn en su Estructura de las revoluciones científicas muestra que la investigación científica normal se desenvuelve dentro de determinados paradigmas cuya superación constituye el marco de nuevos avances en el progreso de la ciencia.
Dicho de otro modo:
La ciencia avanza no haciendo y descubriendo verdades, sino echando abajo leyes y teorías y generando programas de investigación[30] en ámbitos teóricos de nivel explicativo más amplio.
Las leyes o teorías, como hipótesis entendidas como leyes naturales, junto con unas condiciones válidas[32] propias del caso concreto, determinan el proceso, que de este modo puede ser pronosticado como consecuencia de la acción de unas causas.
En este tipo de justificación la explicación es considerada fundamentalmente descriptiva.
Con esto se evitaría, según Hempel, que una teoría pudiera ser considerada en un momento como verdadera y tener que pronunciarse en un futuro acerca de su falsedad.
Según esto se hace posible que leyes muy generales puedan ser consideradas explicativas y no meramente especulativas, como tendían a pensar los positivistas.
Conclusión
El conjunto de todas las explicaciones, descriptivas o causales, así como la comprensión científica pueden dar lugar a explicaciones científicamente válidas.
El hecho de que algunas explicaciones no sean deductivas no significa que no sean auténticas explicaciones. Aun las ciencias que más se acercan a los métodos deductivos, como la Física teórica, siguen necesitando de enunciados singulares por medio de los cuales se establecen condiciones iniciales de un sistema.
En cualquier caso, las explicaciones científicas por su método de investigación; por sus medios de divulgación y por la exigencia de aprobación de la comunidad de expertos y, finalmente, por su eficacia en el dominio y previsión de los hechos, es la explicación que más garantía puede ofrecer de poder acercarse a la verdad objetiva, aunque sea, como sostiene Popper de forma asintótica.
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