ONU, 24 al 26 de junio: Cumbre Grupo-192
Por Benjamín Forcano*
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Llevamos muchos meses sintiendo la devastación de la crisis económica mundial, meses convocando a alto nivel al Grupo –20 para estudiar la situación y proponer medidas y soluciones.
La crisis ha surgido como efecto natural de la dinámica entre el Primer y el Tercer Mundo, dentro de la cual los países más poderosos han reconocido el fracaso de sus instituciones y políticas en el intento de establecer unas relaciones de justicia, cooperación, progreso y paz. El Grupo-20, generador del colapso mundial, se ha puesto sin miramiento a reconstruir la caída, pero excluyendo a 172 de los países implicados en la crisis.
No han cesado de originarse corrupciones, desvaríos y escándalos dentro del liderazgo de ese Grupo-20, señal inequívoca de que el sistema y sus gestores institucionales (FMI, BM, etc.) están sobrepasados y necesitan un reemplazo radical.
Pero el reemplazo han intentado diseñarlo los mismos que han originado la crisis, sin tener en la cabeza más proyecto que el de seguir asegurando la desigualdad y explotación de los países enriquecidos sobre los empobrecidos y el dominio colonizador e imperialita del Grupo-20. Ellos han inyectado ya en las venas atrofiadas del sistema más de 11 billones de dólares, en tanto que para los países en desarrollo apenas han consentido en destinar un 0,05 billón.
Esa es la imagen más viva de que la crisis, siendo mundial, o se resuelve desde la perspectiva de un análisis de las necesidades básicas y más apremiantes de la humanidad y del planeta tierra, o volveremos a hacer reflotar la nave de la tierra pero sin la crisis superada y con la amenaza de mayores calamidades.
La humanidad es una y las soluciones han de ser unas, para todos.
En esta perspectiva, como un profeta visionario, se ha colocado el actual presidente de la Asamblea de la ONU, Miguel D´Escoto, cura y religioso católico, a quienes todos llaman Padre Miguel y sobre el que cronistas como los del Washington Post dicen que habla un lenguaje extrañísimo, pues saluda a todos llamándoles hermanos y hermanas y habla de solidaridad, cooperación y amor.
Lenguaje extraño, ciertamente, para quienes han convertido la sociedad en una sociedad mercantilista, que supedita todo al dinero y lucro y hace de sus seguidores adoradores del becerro de oro.
Por primera vez, del 24 al 26 de junio, serán 192 los jefes de Estado o de Gobierno invitados a participar, son 10 veces más que los invitados en el Grupo-20.
Ramsey Clart, Premio de los Derechos Humanos en el ONU 2008, ha escrito una carta a todos los Jefes de Estado consciente de que “la devastación del colapso económico es más mortal y costosa que nunca, incluyendo el desafío de proteger a nuestra Madre Tierra de la rapaz destrucción que nos amenaza a todos”.
Son muchos los que abrigan la esperanza de que ahí y no en el Grupo-20, surjan análisis, propuestas y planes de acción que traten de sustituir un sistema que ha hecho agua por todas partes, como por ejemplo la creación de una moneda de referencia internacional, independiente del cualquier Estado, gestión de los bienes públicos globales (océanos, espacio, ciberespacio...) cuyo uso “privado” puede ser perfectamente tasado para el bien de todos, el empoderamiento del ECOSOC (Consejo Económico y social de las Naciones Unidas), etc.
Una crisis mundial no se la puede abordar sino democráticamente, desde la presencia y aportación de todos los afectados por ella y, mayormente, por los más pobres, que son los que más cruel y sistemáticamente han sufrido sus consecuencias. Y los de verdad afectados no son precisamente los del Grupo-20, sino el Grupo de los 172 países dejados fuera.
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*Benjamín Forcano es sacerdote y teólogo.
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Llevamos muchos meses sintiendo la devastación de la crisis económica mundial, meses convocando a alto nivel al Grupo –20 para estudiar la situación y proponer medidas y soluciones.
La crisis ha surgido como efecto natural de la dinámica entre el Primer y el Tercer Mundo, dentro de la cual los países más poderosos han reconocido el fracaso de sus instituciones y políticas en el intento de establecer unas relaciones de justicia, cooperación, progreso y paz. El Grupo-20, generador del colapso mundial, se ha puesto sin miramiento a reconstruir la caída, pero excluyendo a 172 de los países implicados en la crisis.
No han cesado de originarse corrupciones, desvaríos y escándalos dentro del liderazgo de ese Grupo-20, señal inequívoca de que el sistema y sus gestores institucionales (FMI, BM, etc.) están sobrepasados y necesitan un reemplazo radical.
Pero el reemplazo han intentado diseñarlo los mismos que han originado la crisis, sin tener en la cabeza más proyecto que el de seguir asegurando la desigualdad y explotación de los países enriquecidos sobre los empobrecidos y el dominio colonizador e imperialita del Grupo-20. Ellos han inyectado ya en las venas atrofiadas del sistema más de 11 billones de dólares, en tanto que para los países en desarrollo apenas han consentido en destinar un 0,05 billón.
Esa es la imagen más viva de que la crisis, siendo mundial, o se resuelve desde la perspectiva de un análisis de las necesidades básicas y más apremiantes de la humanidad y del planeta tierra, o volveremos a hacer reflotar la nave de la tierra pero sin la crisis superada y con la amenaza de mayores calamidades.
La humanidad es una y las soluciones han de ser unas, para todos.
En esta perspectiva, como un profeta visionario, se ha colocado el actual presidente de la Asamblea de la ONU, Miguel D´Escoto, cura y religioso católico, a quienes todos llaman Padre Miguel y sobre el que cronistas como los del Washington Post dicen que habla un lenguaje extrañísimo, pues saluda a todos llamándoles hermanos y hermanas y habla de solidaridad, cooperación y amor.
Lenguaje extraño, ciertamente, para quienes han convertido la sociedad en una sociedad mercantilista, que supedita todo al dinero y lucro y hace de sus seguidores adoradores del becerro de oro.
Por primera vez, del 24 al 26 de junio, serán 192 los jefes de Estado o de Gobierno invitados a participar, son 10 veces más que los invitados en el Grupo-20.
Ramsey Clart, Premio de los Derechos Humanos en el ONU 2008, ha escrito una carta a todos los Jefes de Estado consciente de que “la devastación del colapso económico es más mortal y costosa que nunca, incluyendo el desafío de proteger a nuestra Madre Tierra de la rapaz destrucción que nos amenaza a todos”.
Son muchos los que abrigan la esperanza de que ahí y no en el Grupo-20, surjan análisis, propuestas y planes de acción que traten de sustituir un sistema que ha hecho agua por todas partes, como por ejemplo la creación de una moneda de referencia internacional, independiente del cualquier Estado, gestión de los bienes públicos globales (océanos, espacio, ciberespacio...) cuyo uso “privado” puede ser perfectamente tasado para el bien de todos, el empoderamiento del ECOSOC (Consejo Económico y social de las Naciones Unidas), etc.
Una crisis mundial no se la puede abordar sino democráticamente, desde la presencia y aportación de todos los afectados por ella y, mayormente, por los más pobres, que son los que más cruel y sistemáticamente han sufrido sus consecuencias. Y los de verdad afectados no son precisamente los del Grupo-20, sino el Grupo de los 172 países dejados fuera.
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*Benjamín Forcano es sacerdote y teólogo.
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ALAI/06/06/2009